Por: Fernando Zambrano Ortiz
Analista Político
La candidatura presidencial de Vicente Alanoca Arocutipa por Nuevo Perú marca un giro significativo en el espacio antisistema de la izquierda peruana. Si bien retoma el lugar que antes ocupó Antauro Humala en el sur del país como referente de un discurso radical, Alanoca lo hace desde una posición mucho más académica y estructurada, con doctorados en Derechos Humanos e Indigenismo, y una agenda progresista “caviar” que va más allá del tradicional discurso antisistema.
Alanoca representa hoy la cara de una izquierda progresista que impulsa una transformación profunda del modelo democrático peruano, comenzando por una Asamblea Constituyente que reemplace el actual “contrato social”, el cual, en su visión, excluye a los pueblos originarios y a amplios sectores de la sociedad. Pero su propuesta no se detiene ahí: incluye también la promoción de agendas controvertidas para el Perú profundo, como los derechos LGTB, la legalización del aborto y el matrimonio homosexual que desafía la concepción tradicional de la familia natural. Estas banderas, sostenidas históricamente por Nuevo Perú y figuras como Verónika Mendoza, generan resistencias importantes en regiones conservadoras y machistas, particularmente en el sur del país.
Esta combinación de un discurso antisistema con una agenda progresista radical coloca a Alanoca en una posición compleja. Por un lado, puede capitalizar el descontento social y la demanda de cambio estructural; por otro, enfrenta el desafío de cómo será percibido en un electorado que, aunque mayoritariamente indígena y rural, mantiene valores culturales conservadores y tradicionales. La aceptación de estas agendas sociales es limitada: solo un 27% de peruanos apoya el matrimonio homosexual, y la despenalización del aborto sigue siendo un tema altamente divisivo.
El escenario electoral se configura así para una polarización intensa entre Alanoca y Keiko Fujimori, la candidata de centro-derecha con mayores opciones para llegar a la segunda vuelta. Frente a un antisistema con una propuesta que muchos consideran radical, la derecha y centro-derecha se están movilizando para unificar el voto conservador y moderado, presentándose como la opción de estabilidad y continuidad. Además, la izquierda tradicional, que por años ha combatido a la izquierda progresista o “caviar”, acusándola de apropiarse del discurso de izquierda para introducir estas agendas sociales, jugará un papel clave en esta contienda, posiblemente restando apoyo a Alanoca y fragmentando aún más el espectro político.
Esta dinámica no solo polariza la elección presidencial, sino que también pone en riesgo la pluralidad política. En un sistema electoral con una valla del 5%, la concentración del voto en estos dos polos reduce las posibilidades de que partidos emergentes o de mediana trayectoria, como Alianza para el Progreso o Somos Perú, puedan superar el umbral y mantener representación parlamentaria.
En definitiva, Vicente Alanoca encarna un antisistema con una agenda progresista que desafía las estructuras políticas y culturales del Perú, especialmente en el sur profundo. Su éxito dependerá de su capacidad para equilibrar su compromiso con los derechos humanos y la justicia social, sin alienar a un electorado conservador que podría ver sus propuestas como una amenaza a sus valores. La contienda con Keiko Fujimori será más que un duelo electoral: será una batalla por el alma cultural y política del país.
El Perú se enfrenta a una encrucijada donde las fuerzas de centro-derecha, derecha y la izquierda tradicional determinarán quién llegará a la segunda vuelta y, en última instancia, quién gobernará. La polarización puede aumentar la tensión social y política, pero también ofrece una oportunidad para que el electorado reflexione sobre el rumbo que quiere para el país.