Por: Walter Miguel Quito Revello
En nuestra fiesta patronal que se avecina San Pedrito vuelve. En los muelles, los pescadores le rezaran; en las iglesias, los políticos se arrodillan —pero solo para la foto—. Chimbote se viste de fiesta, pero detrás de cada bandera colgada hay una cloaca sin tapa, un colegio que se cae, un canal seco. Y detrás de cada discurso oficial, hay un pueblo que no olvida que este aniversario es puro maquillaje.
¿Qué celebramos exactamente? ¿Que nuestros congresistas por Áncash y el presidente regional no han movido un dedo por el puerto de Chimbote? ¿Que ni siquiera han conseguido terminar el canal de Chinecas? ¿Que siguen prometiendo hospitales mientras nuestras postas no tienen ni curitas? ¿Celebramos a un gobernador regional como “Koki” Noriega que, cuando pisa Chimbote, lo hace como turista? Habla de obras que no existen, de logros que solo él ve, y de un “desarrollo” que no pasa de sus documentos con membrete. Nos dice que todo está “en perfil técnico”, “en licitación”, “en gestión”, como si las maquetas fueran medicina o agua potable.
En la provincia del Santa, los funcionarios —muchos venidos de fuera— dominan cuadros de Excel, indicadores, cronogramas. Mueven metas, ajustan cifras, presentan resultados en bonitos informes como lo que se escucha en el nido de sabidurías de Coprosec de la Provincia del Santa. Pero no mueven lo esencial: no mueven la identidad. No sienten esta tierra como suya. Trabajan aquí, pero no caminan por los barrios, no conversan con la gente, no se duelen con sus problemas. Lo que no logran mover —porque nunca les ha importado— es el alma del pueblo chimbotano.
Porque cuando uno escucha “Chimbote”, piensa en lucha obrera, en olor a pescado, en mar y en resistencia. No en PowerPoints, ni en perfiles técnicos.
¿Y el Poder Judicial del Santa? En vez de justicia, ofrece teatro. En redes sociales se toman fotos entregando cheques de pensión alimenticia a madres desesperadas, como si fueran benefactores, cuando solo están cumpliendo lo mínimo. No es justicia, es show judicial. Entre selfies y comunicados en tono triunfalista, la impunidad sigue campeando por sus pasillos.
Y muchos jueces y fiscales que llevan años enquistados con resoluciones firmes ni siquiera son de Chimbote ni de la provincia del Santa. Viven aquí, pero no sienten esta tierra. No aman esta ciudad que los ha adoptado. No caminan por sus mercados, no respiran su mar, no conocen su historia. Administran justicia en una tierra que no consideran como suya, y eso se nota. Se nota en el abandono, en la indiferencia, en el desprecio con que tratan a su gente.
Pero lo más triste es que nos han enseñado a quedarnos callados. Ya nadie grita, nadie reclama, nadie marcha. Nos han dopado con bonos, rifas, pasacalles, conciertos y camisetas. Nos han domesticado con asistencialismo y clientelismo. Así mataron la identidad que hizo de Chimbote una ciudad rebelde. ¿En dónde está el sindicato de Construcción Civil, Fesideta, pescadores…etc…? San Pedrito no merece esto. No merece ser pretexto para discursos que no dicen nada. No merece ser usado como escudo para ocultar la mediocridad de nuestras autoridades. San Pedrito merece un pueblo que despierte, que recupere la memoria y el coraje. Que vuelva a llenar las calles, pero no para ver desfiles, sino para exigir dignidad.
Porque Chimbote no es un show. Chimbote es historia, es sacrificio, es pueblo. Y aunque hoy celebraremos sin justicia, sin agua, sin hospitales y sin puerto, aún hay una llama que no se apaga. Esa llama se llama dignidad. Y algún día, San Pedrito, te prometemos que va a arder de nuevo. Por favor San Pedrito, perdónalos… porque sí saben lo que hacen.