Editorial

Cuando la improvisación se paga con recursos públicos

La reciente recomendación emitida por el Colegio de Ingenieros del Perú – Consejo Departamental Áncash y el Colegio de Arquitectos Región Áncash, sobre la demolición de los reductores de velocidad construidos en la calle 101 de Nuevo Chimbote, debería encender las alertas en las autoridades locales. Lo que a simple vista parece un problema menor en una obra vial, en realidad revela un caso más de improvisación, deficiente planificación técnica y uso irresponsable de recursos públicos.

El informe técnico señala con claridad que los sobresaltos colocados entre las urbanizaciones Los Héroes y José Carlos Mariátegui no cuentan con los estudios de tránsito, seguridad vial ni señalización que justifiquen su construcción. Esta omisión constituye una falta grave a la Directiva N.º 01-2011-MTC/14, que establece criterios normativos precisos para la colocación de reductores de velocidad, los cuales deben estar sustentados en estudios de auditoría vial, evaluación de velocidad de operación, análisis de siniestralidad y percepción ciudadana.

En palabras sencillas: se construyeron rompe muelles donde no se necesitaban, sin saber si eran necesarios y sin estudios que garanticen su efectividad o pertinencia. El resultado: una infraestructura vial que no solo no cumple su función, sino que perjudica el tránsito vehicular, genera molestias a los vecinos y podría terminar siendo demolida para volver a construirse correctamente. Es decir, más gasto, más tiempo perdido, más daño al erario.

El informe, firmado por los decanos Gumercindo Flores Reyes y Hamnet Minaya Jaque, recomienda la demolición inmediata de los resaltos mal ejecutados y la reconstrucción solo de aquellos que cumplan con las especificaciones técnicas establecidas en la normativa vigente. Además, se propone eliminar los ubicados en calles cerradas —donde no tiene sentido su existencia— y reemplazarlos por soluciones urbanas más modernas y funcionales como rampas peatonales, señalización tipo cebra y ordenamiento vial adecuado.

No es la primera vez que se señala el problema de obras mal hechas por falta de estudios. Y no será la última si las municipalidades continúan confiando en expedientes técnicos mal elaborados y contratistas que priorizan la ejecución rápida sobre la calidad y el sentido común. El caso de la Calle 101 debería marcar un precedente: no se puede seguir construyendo sin planificación seria. Cada sol del presupuesto público merece ser invertido con rigor y transparencia.

También se debe prestar atención a otra advertencia del informe: los profesionales responsables de elaborar los expedientes técnicos deben ser calificados y tener experiencia comprobada. Y si durante la ejecución se detectan fallas o inconsistencias, es deber del contratista y del supervisor técnico detener el proceso, advertir a la entidad contratante y evitar el error antes de que se vuelva irreversible.

El alcalde de Nuevo Chimbote ha accedido recientemente a retirar sobresaltos a pedido de los gremios de transportistas, quienes argumentan que dañan sus vehículos. Más allá del reclamo sectorial, lo cierto es que en muchos casos estos dispositivos han sido mal ubicados, sobredimensionados o simplemente innecesarios. El punto no es eliminar todos los reductores de velocidad, sino aplicar criterios técnicos para su colocación. En zonas escolares, de alta afluencia peatonal o con historial de accidentes, son útiles. Pero colocarlos sin justificación es un despropósito.

La Municipalidad Distrital de Nuevo Chimbote, responsable de esta obra que costó más de 3.2 millones de soles y fue ejecutada por el Consorcio Los Héroes, debe responder. ¿Por qué se aprobaron y construyeron estos resaltos sin estudios? ¿Quién firmó el expediente técnico? ¿Qué tipo de supervisión se realizó durante la obra? Las respuestas a estas preguntas no solo deben interesar a los técnicos, sino a todos los ciudadanos.

Porque cada reja mal puesta, cada vereda mal construida y cada rompe muelle fuera de lugar, se pagan con el dinero de todos. Y mientras no se imponga la cultura del planeamiento técnico y del respeto a la normativa, seguiremos repitiendo el mismo patrón de obras fallidas que terminan convertidas en monumentos a la improvisación.