Editorial

El corazón de Chimbote navega en fe y tradición

San Pedrito 2025:

Este 29 de junio de 2025, Chimbote se vuelve a vestir de fiesta. No se trata solo de una celebración religiosa, sino del reencuentro anual con nuestras raíces más profundas. La festividad de San Pedrito no es únicamente un evento que reúne a la feligresía; es la manifestación viva de nuestra identidad como pueblo. Y este año, conmemoramos con orgullo los 251 años desde que, según la crónica del cura Valentín Noel de Rojas, los primeros habitantes del anexo de Chimbote comenzaron a rendirle culto a San Pedro, pescador de Galilea y primer Papa de la Iglesia Católica, como su patrón espiritual.

Desde aquel lejano 1774 hasta hoy, la historia de Chimbote ha cambiado drásticamente, pero hay elementos que permanecen firmes y constantes. San Pedrito es uno de ellos. Representa la fe de un pueblo que nació mirando al mar, que creció gracias a la pesca y que, pese a las crisis sociales, económicas y ambientales, sigue manteniendo viva su devoción. Esta no es una tradición impuesta, es una costumbre que ha brotado desde las entrañas del pueblo y que ha sido transmitida de generación en generación como un tesoro irrenunciable.

La procesión marítima es, sin lugar a dudas, el acto central y más simbólico de esta festividad. Ver a San Pedrito embarcado en una chalana, acompañado por nuestro obispo y seguido por una flota de embarcaciones llenas de fieles y pescadores, es una imagen que sobrecoge. No es solo una ceremonia; es un diálogo entre el pueblo y el mar. Es la súplica colectiva para que las aguas sigan siendo abundantes, para que protejan a quienes diariamente se enfrentan a ellas en busca de sustento, y para que nunca nos falte el alimento que viene del océano.

Cada año, el pueblo de Chimbote se congrega en la playa La Caleta para ver partir a su patrón. Las bandas de música, los fuegos artificiales, el repicar de las campanas y las avellanas marcan el inicio de una de las tradiciones más sentidas del norte peruano. San Pedrito es llevado en hombros, recibido con lágrimas y cantos, y embarcado con respeto en medio del fervor popular. Y es que San Pedrito no es solo el patrón de los pescadores. Es el símbolo de la fe colectiva de Chimbote. Es la expresión de la esperanza de quienes creen que, con trabajo y dignidad, es posible construir una ciudad mejor. Por eso su fiesta no puede quedarse en lo anecdótico o en lo meramente ceremonial. Tiene que ser, como ya lo reconocen las leyes peruanas y el Ministerio de Cultura, una plataforma cultural y turística que permita visibilizar lo mejor de nuestra herencia, sin perder su esencia espiritual.

La oficialización de la Semana Cívica de Chimbote en 1967 mediante la Ley N.º 16597, la declaratoria de la festividad como Patrimonio Cultural de la Nación en 2018 y su inclusión en el Calendario Turístico Nacional en 2019 con la Ley N.º 30995, no deben ser simples reconocimientos simbólicos. Son, en realidad, compromisos del Estado y de la sociedad para proteger y promover este patrimonio vivo, que no solo tiene valor religioso, sino también cultural, económico y social.

Y esto implica retos. San Pedrito debe ser celebrado con respeto, con organización y con visión de futuro. La ciudad necesita invertir en infraestructura adecuada para sus actividades culturales, garantizar la limpieza y seguridad durante las celebraciones, y promover el turismo sostenible en torno a la festividad. Las autoridades locales, regionales y nacionales deben trabajar de la mano con las hermandades, instituciones religiosas, pescadores y la comunidad civil para asegurar que esta tradición no se desnaturalice ni se convierta en una festividad desordenada o improvisada.

Además, debemos reconocer que detrás de cada embarcación en la procesión hay una historia. Son hombres y mujeres que viven del mar, que arriesgan su vida todos los días y que, en San Pedrito, encuentran consuelo, protección y aliento. La procesión marítima debe ser también un momento para reflexionar sobre la situación del sector pesquero, sobre la sostenibilidad de nuestros recursos marinos, y sobre la necesidad de políticas públicas que respeten el trabajo y los derechos del pescador artesanal.

Hoy, cuando la globalización y la indiferencia cultural amenazan con uniformarnos, San Pedrito es una afirmación de nuestra identidad. Es la voz de un pueblo que no olvida de dónde viene, que reconoce el valor de su historia y que, a través de su fe, construye comunidad. Que esta Fiesta de San Pedrito 2025 no sea solo un acto de tradición, sino también un acto de reafirmación ciudadana.

Porque mientras San Pedrito siga surcando las aguas de nuestra bahía, la esperanza de Chimbote seguirá navegando con él.