Opinión

Chimbote entre la fe, el olvido y la dignidad

Por: Walter Miguel Quito Revello

San Pedrito volvió a reunir a miles de chimbotanos en una de las fiestas patronales más intensas del Perú. Fe, cultura, gastronomía, danza, mar y tradición vibraron durante días en cada rincón de la ciudad. Chimbote demostró, una vez más, que su identidad está viva, que su pueblo no ha perdido, ni la esperanza, ni el orgullo de pertenecer a esta tierra bendecida por el Pacífico.

Pero cuando bajaron las banderas, se apagaron los parlantes y se desarmaron los escenarios, lo que quedó claro también fue lo que no llegó: ni proyectos, ni obras, ni compromisos. Una vez más, vimos a congresistas y al presidente regional desfilar por la Plaza de Armas, dar discursos protocolares y posar para la prensa, sin traer consigo una sola ley aprobada, ni un solo millón gestionado, ni una obra anunciada para Chimbote. Parecen vivir solo para las fiestas. Llegan cada junio con saco y sonrisa, saludan, comen ceviche, se toman fotos y se van. Pero no viven nuestras colas en los hospitales, ni nuestro desempleo, ni los jóvenes que se van porque aquí no hay futuro.

Mientras ellos aparecen una vez al año, Chimbote sigue esperando decisiones de fondo: El puerto sigue igual, sin modernización; mientras otras ciudades avanzan; Siderperú, sin respaldo estatal, opera lejos de su capacidad industrial; SIMA Chimbote podría construir el futuro, pero ni siquiera tiene proyectos; CHINECAS, la eterna promesa, duerme entre papeles, corrupción y desidia.

El Gobierno Provincial del Santa necesita una transformación profunda: pasar de la propaganda a la acción concreta; de la improvisación a la planificación seria; y del clientelismo político al servicio público real. Chimbote y sus distritos no necesitan solo más tecnología, sino gestión con coraje, honestidad y cercanía. No se puede seguir gobernando a espaldas de la gente. La población está cansada de promesas de papel. Lo que se exige ahora es compromiso, transparencia y resultados.

¿Dónde está el liderazgo? ¿Dónde están las propuestas de ley, los presupuestos, las alianzas estratégicas? ¿Dónde está el amor por Chimbote más allá del protocolo? Que no se equivoquen en Lima, ni en Huaraz: Chimbote no está dormido. Somos un pueblo con identidad propia. Somos trabajadores, pescadores, comerciantes, madres luchadoras, jóvenes creativos, docentes comprometidos. Nuestra fe no es de fachada: es fuerza viva.

La fiesta de San Pedrito nos une, nos recuerda de dónde venimos. Pero también nos grita hacia dónde queremos ir: a un Chimbote con empleo digno, con salud, con orden, con oportunidades para quedarse, no para huir.

Con fuegos artificiales, sí. Con orgullo, sí. Pero también con ese sabor amargo de ver pasar autoridades que no se quedan. Que no escuchan. Que no traen nada. San Pedrito nos protege. Pero Chimbote no necesita solo milagros: necesita compromiso, gestión, y políticos que trabajen de verdad, no que desfilen como turistas con banda en el pecho. La fiesta terminó. La realidad vuelve. Y el pueblo sigue esperando.