El Perú, cuna de civilizaciones milenarias, tiene en su territorio innumerables vestigios de un pasado glorioso que hoy son testimonio invaluable de nuestra identidad cultural. Uno de estos tesoros es el sitio arqueológico de Chankillo, en la provincia de Casma, Áncash, considerado el observatorio solar más antiguo de América y declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 2021. Sin embargo, este bien cultural de valor universal vuelve a estar en peligro por un nuevo y descarado intento de invasión que no solo vulnera la ley, sino que amenaza gravemente la integridad de uno de los más significativos legados científicos y espirituales del mundo andino.
Según denuncias recientes, una camioneta negra, presumiblemente la misma que protagonizó una incursión anterior el 11 de junio, fue avistada en las inmediaciones del complejo arqueológico, a escasa distancia del emblemático conjunto de las 13 torres que conforman el Calendario Solar. El vehículo, identificado con la placa BZF-720, habría estado vinculado a personas que vienen promoviendo el ingreso ilegal a la zona bajo el pretexto de tener supuestos derechos de propiedad sobre un terreno que, conforme a la legislación vigente, forma parte del área intangible y protegida del sitio arqueológico.
Esta no es una simple disputa por tierras. Es un acto grave que debe ser entendido como un atentado al patrimonio cultural de la Nación. Los intentos de invasión en zonas arqueológicas no son nuevos, pero se han intensificado en los últimos años ante la ausencia del Estado y la creciente audacia de traficantes de terrenos que, escudados en la informalidad, buscan apropiarse de lo que es de todos los peruanos.
Es inadmisible que un sitio de la relevancia de Chankillo no cuente con un sistema permanente de resguardo ni con presencia policial o cultural continua. Más aún cuando ya se había reportado un incidente previo con presuntos disparos, lo que añade un preocupante matiz de violencia a esta situación. ¿Qué más debe ocurrir para que el Ministerio de Cultura actúe de manera decidida? ¿Cuántos atentados más deben soportar nuestros monumentos históricos antes de que las autoridades locales y nacionales se pongan a la altura de su responsabilidad?
La pasividad de las instituciones encargadas de la protección del patrimonio es tan escandalosa como la agresión misma. Es necesario que el Estado entienda, de una vez por todas, que cuidar el patrimonio no es un favor que se le hace a la historia, sino un deber constitucional. La pérdida o deterioro de un sitio como Chankillo no se puede reparar. No hay restauración posible para el daño causado por la ignorancia, la codicia y la desidia.
Hoy más que nunca se requiere un compromiso firme. No bastan las declaraciones ni los comunicados tardíos. Se necesita presencia real: vigilancia, señalización, cerramiento, inversión en conservación y, sobre todo, voluntad política para enfrentar a quienes atentan contra el legado cultural del país. La Dirección Desconcentrada de Cultura de Áncash, la Municipalidad Provincial de Casma, la Fiscalía, la Policía Nacional y el propio Ministerio de Cultura deben coordinar acciones urgentes, no solo para detener esta nueva amenaza, sino para garantizar la protección integral de todo el complejo.
Chankillo no es solo un sitio arqueológico. Es una evidencia prodigiosa del saber ancestral, del profundo conocimiento astronómico que desarrollaron nuestras culturas originarias, y un orgullo nacional que nos conecta con una visión del mundo que trasciende los siglos. Permitir su invasión es traicionar nuestra historia, y renunciar a nuestra responsabilidad como herederos y custodios de un bien que pertenece, por derecho, a toda la humanidad.