Por: Fernando Zambrano Ortiz
Analista Político
La democracia peruana ha vivido durante los últimos años secuestrada por un sistema perverso. Grupos de interés progresista diseñaron las reglas perfectas para su beneficio: modificaron las reglas para que crear partidos políticos fuera tan fácil como juntar 25 mil firmas. El resultado ha sido una vergonzosa feria de siglas -más de 40 partidos- que convertirían nuestro renovado Congreso Bicameral en un mercado de pulgas, donde todo se negociaría y nada se resolvería. Pero este circo está por terminar antes de empezar, y son los propios votantes quienes bajarán el telón.
La reciente reforma que elevó sustancialmente el número mínimo de firmas para crear partidos políticos no es un simple trámite burocrático: es un candado que impedirá el regreso de los “partidos fachada”, esas agrupaciones ficticias que sólo servirían para repartirse prebendas o simplemente sabotear el sistema. Junto con las vallas electorales del 5% para partidos y 6% para alianzas, estas medidas conforman una poderosa combinación que permitirá al electorado sanear de raíz nuestro sistema político partidario.
Si bien un partido que no supere la “valla electoral” en las Elecciones generales de abril de 2026 mantiene vivo el derecho de competir en octubre del mismo año en las elecciones regionales y municipales, debido a que no se habría anulado oficialmente su inscripción antes de la convocatoria; después de esa fecha —cuando se haga efectiva la baja en el Registro de Organizaciones Políticas— perderá definitivamente la posibilidad de postular en las subsiguientes elecciones.
Las primeras proyecciones de conformación del nuevo Congreso Bicameral son alentadoras. Los votantes, con una madurez inédita, están concentrando su apoyo en partidos con trayectoria y estructura nacional, dejando fuera a los recién llegados oportunistas. No es casualidad: el pueblo ha entendido que la democracia no se mide por la cantidad de opciones, sino por la calidad de sus representantes. Aquellos que creyeron que podrían seguir jugando con las reglas del sistema -relajando requisitos, prohibiendo reelecciones o fragmentando el Congreso- estarían por recibir la mayor lección de todas: la que darán las urnas.
El 2026 marcará un punto de inflexión histórico. Por primera vez, serán los ciudadanos quienes decidirán qué partidos merecen existir y cuáles deben desaparecer. Cuando marquemos nuestro voto, no solo estaremos eligiendo representantes: estaremos reconstruyendo las bases de una democracia que fue deliberadamente debilitada por quienes buscaban controlarla.
Este es nuestro momento. La oportunidad de demostrar que la verdadera fuerza de la democracia no está en los pasillos del poder, sino en las manos de los ciudadanos. El 2026 no será simplemente una elección más: será el día en que los peruanos le devolvamos la seriedad a nuestra política. Y todo indica que, por fin, estamos listos para hacerlo.
El camino está claro: menos partidos, mejor democracia. Las urnas del 2026 reconstruirán nuestro sistema político partidario, devolviéndole seriedad y fortaleciendo nuestra democracia.