La Primera Temporada de Pesca Industrial de anchoveta 2025 en la zona norte-centro del mar peruano concluye con más sombras que luces. Aunque inició con buenos augurios y se autorizó una cuota generosa de tres millones de toneladas, las condiciones oceánicas cambiaron bruscamente y terminaron por frustrar las expectativas tanto del Estado como de la industria. Lo más preocupante es que, en ese proceso, se cometió una grave falta ecológica: la captura excesiva de ejemplares juveniles.
Según cifras oficiales del Instituto del Mar del Perú (Imarpe), se han extraído más de 611,000 toneladas de anchoveta juvenil, lo que equivale a más del 20% de la cuota asignada. Esta cifra es inaceptable desde cualquier punto de vista. No solo se compromete el futuro del recurso, sino que también se evidencia una preocupante falta de reacción oportuna por parte de las autoridades encargadas de la supervisión y monitoreo.
Recordemos que los primeros reportes de Imarpe sobre la creciente incidencia de juveniles datan de inicios de julio. Ya para el día 13 de ese mes, el organismo técnico señalaba que más del 50% de las capturas correspondían a ejemplares menores de 12 centímetros, es decir, que aún no habían alcanzado la madurez sexual. A pesar de esa alerta, Produce demoró más de diez días en emitir la resolución que finalmente dio por concluida la temporada, el 24 de julio. En ese lapso, se siguió pescando intensamente, agravando el daño.
El cambio de condiciones del mar que provocó la dispersión de los cardúmenes adultos y la aparición de juveniles no es un fenómeno inusual, pero sí exige una capacidad de respuesta rápida y flexible. Y eso es justamente lo que ha faltado. Lo ocurrido debe obligar a una revisión crítica y profunda de los mecanismos de evaluación en tiempo real del recurso y, sobre todo, de la toma de decisiones en el sector pesquero.
Es inadmisible que, en pleno 2025, aún se permita que se capture más del 20% de juveniles sin que se activen los protocolos de cierre inmediato. Algo ha fallado: sea en la supervisión técnica de Imarpe, en la ejecución política del Ministerio de la Producción o en la presión de ciertos sectores empresariales. Lo cierto es que no puede volver a repetirse.
Esas famosas bitácoras y los cierres de las zonas con abundancia de juveniles en esta oportunidad no se produjeron y lógicamente que la pesca de desnaturalizó. Además, el hecho de obligar a las tripulaciones a salir en busca de anchoveta cuando no la había deja un problema que nunca terminará, porque las empresas buscaban evitar sanciones si no cumplen con su cuota.
Si queremos una pesca sostenible, responsable y moderna, es imprescindible que el principio de precaución prime sobre los intereses de corto plazo. El daño ya está hecho, pero aún estamos a tiempo de corregir el rumbo. Que esta amarga lección no sea en vano.