Editorial

El cáncer nos está ganando la batalla

El Perú está perdiendo terreno en la lucha contra el cáncer. Una enfermedad que, con los avances de la ciencia y la medicina, hoy es en gran medida prevenible y tratable, se está convirtiendo en una de las principales causas de muerte en el país. Y no porque el cáncer sea más agresivo aquí que en otros lugares del mundo, sino porque el Estado no ha asumido con seriedad ni responsabilidad la dimensión del problema.

El pronunciamiento del Dr. Mauricio León, presidente de la Sociedad Peruana de Oncología Quirúrgica, es un llamado de alerta que no puede pasar desapercibido. La falta de inversión pública, la desarticulación del sistema de salud, y la ausencia de políticas firmes de prevención y diagnóstico precoz, están permitiendo que el cáncer avance sin resistencia efectiva. Hoy, la mayoría de pacientes en el país llega al hospital cuando ya es demasiado tarde.

No se trata solo de cifras. Se trata de vidas humanas. El Seguro Integral de Salud (SIS), que cubre a más del 70 % de los peruanos, funciona con un presupuesto ínfimo: apenas 57 soles por persona al año. Con eso no se puede garantizar una atención mínima, menos aún hacer frente a una enfermedad que requiere equipamiento especializado, medicamentos costosos, personal médico capacitado y continuidad en el tratamiento. Es inaceptable que una nación que ha logrado estabilidad macroeconómica durante años aún trate la salud como un gasto, y no como una inversión.

Además del factor económico, hay un problema estructural. El sistema de salud en el Perú está fragmentado: MINSA, EsSalud, Fuerzas Armadas, Policía, sector privado. Cada quien, con su presupuesto, sus reglas, sus limitaciones. Esta descoordinación genera duplicidad, ineficiencia y brechas enormes en la atención. Mientras tanto, en las zonas rurales, miles de personas viven sin acceso a un centro de salud con oncólogos o siquiera con personal capacitado para identificar síntomas iniciales de la enfermedad.

No basta con declaraciones o programas piloto. Se necesita una reforma profunda del sistema sanitario y una decisión política firme para aumentar el presupuesto de salud, en especial del primer nivel de atención. Se requiere una estrategia nacional para el control del cáncer, con campañas de prevención y detección sostenidas en todo el país, acceso gratuito y oportuno a tratamientos, y una política de descentralización real de los servicios especializados.

El Perú no puede seguir viendo cómo el cáncer se cobra más víctimas simplemente por negligencia del Estado. En la lucha contra el cáncer, la pasividad es sinónimo de complicidad. La urgencia es hoy. Cada día que se postergue una verdadera solución, más vidas estarán en riesgo.