Opinión

Fiestas Patrias en la provincia del Santa: banderas al viento, ciudad cercada

Por: Walter Miguel Quito Revello

En la provincia del Santa, cada Fiestas Patrias es un déjà vu: se llenan las calles de banderas, las autoridades se enfundan en discursos de “orgullo nacional” y el pueblo se queda con el mismo paisaje de siempre: pistas rotas, comercio asfixiado, inseguridad al alza y obras que parecen vivir en un limbo eterno.

La avenida José Pardo, corazón de Chimbote, es el mejor ejemplo: cercada desde hace meses, convertida en una postal de promesas incumplidas. Cada periodo municipal la anuncia como la gran obra de modernización; cada gestión coloca la primera piedra, paraliza trabajos, cambia de contratista y repite la historia. Hoy, la ciclovía inconclusa que nadie las usa y las bermas centrales llenas de tierra se han convertido en un símbolo de la gestión local: costosa, repetitiva y sin resultados. El comercio en la zona cae hasta en un 50 %, mientras los vecinos esquivan cercos, basura y desvíos.

El alcalde Luis Gamarra Alor heredó la obra de su antecesor Roberto Briceño, la retomó a medias y la encalló en más sobrecostos: de S/ 6,6 millones pasó a costar S/ 8,9 millones, sin cumplir estándares básicos de accesibilidad y drenaje. Su discurso se centra en “reactivar proyectos paralizados”, pero en la práctica la avenida Pardo sigue siendo una cicatriz urbana que divide la ciudad. El alcalde encargado Felipe Mantilla Gonzáles, por su parte, convoca a “embanderar la provincia” como gesto de patriotismo, mientras la capital provincial sigue clausurada por cercos. Se esfuerza en negociar con el Ministerio de Transportes el retiro de peajes, pero parece no ver que la principal vía comercial de Chimbote está bloqueada, castigando al pequeño comercio y la movilidad urbana.

En el Gobierno Regional, “Koki” Noriega administra un récord nada patriótico: más de 140 obras paralizadas en Áncash, muchas de ellas en salud, educación y saneamiento, que afectan directamente a la provincia del Santa. La “reconstrucción con cambios” prometida para colegios y hospitales se tradujo en proyectos con sobrecostos de hasta 400 % y deficiencias técnicas nunca corregidas. Su gestión sigue ausente en Chimbote, salvo cuando toca la foto protocolar.

Mientras tanto, nuestros congresistas elegidos para fiscalizar parecen dedicados a perfeccionar el arte de la invisibilidad. Guardan silencio ante la parálisis de obras, la caída del comercio y la falta de gestión en la región. Prefieren las fotos en comisiones del Congreso a pisar el polvo de las obras abandonadas en su propia provincia. No hay iniciativa, no hay fiscalización, solo mutismo cómplice.

En medio de este panorama, las Fiestas Patrias se llenan de banderas, desfiles y discursos oficiales. Se nos pide “orgullo nacional” mientras el símbolo real de Chimbote es un centro urbano clausurado y una provincia condenada a la mediocridad. Las cifras de reforestación 50 000 árboles prometidos en la ciudad se anuncian como si plantar molles resolviera la desidia acumulada.

¿Qué celebramos? ¿La remodelación eterna de la avenida Pardo, que se anuncia cada periodo como si fuera la obra del siglo? ¿Un gobernador regional ausente, congresistas mudos y alcaldes que confunden gestión con pintura y banderas? ¿Una provincia que embandera sus balcones mientras sus calles permanecen cercadas?

Las Fiestas Patrias debería ser ocasión para hacer memoria y exigir rendición de cuentas. No podemos seguir aplaudiendo la rutina del abandono ni resignarnos a que Chimbote siga siendo un laboratorio de promesas incumplidas. La provincia del Santa merece algo más que obras fantasma y discursos huecos.

Porque no se trata de cubrir la desidia con banderas, sino de levantar la voz hasta que nuestras autoridades comprendan que gobernar es más que inaugurar cercos y repartir patriotismo barato.