La reciente alerta de tsunami que se emitió en el país tras el fuerte sismo registrado en Rusia no solo movilizó a las autoridades de Indeci y a las fuerzas del orden, sino que también puso en evidencia una verdad que no queremos admitir: en el Perú, la cultura de prevención es casi inexistente.
Lo ocurrido en Chimbote es un reflejo de lo que pasó en varias ciudades a lo largo del litoral. Decenas de personas acudieron al Malecón Grau como si se tratara de un espectáculo, esperando ver la llegada del tsunami, a pesar de las advertencias de la Marina de Guerra del Perú y de las recomendaciones de alejarse del mar. Algunos se resistieron a retirarse incluso cuando serenazgo y policía llegaron a acordonar la zona. Esta actitud, que puede parecer anecdótica, es en realidad peligrosa y profundamente preocupante.
En un país con alta actividad sísmica y con larga historia de desastres naturales, no se puede seguir actuando con tanta indiferencia ante las alertas. Pero esta falta de reacción adecuada no nace de la desobediencia por sí sola: nace de la falta de educación. En el Perú, la cultura de prevención no se enseña con seriedad en las escuelas. No existe en el currículo escolar una formación sólida y permanente en gestión de riesgos, evacuación, ni protocolos ante desastres. Y si existen intentos, son aislados, esporádicos, y no están articulados de manera efectiva.
Lo que hace Defensa Civil hoy denominados Organismos de Gestión de Riesgos es valioso, pero insuficiente. Los simulacros que se organizan pierden fuerza cuando no están acompañados de un proceso educativo real. Sin formación desde la infancia, sin una ciudadanía informada y consciente, no hay posibilidad de respuesta eficaz ante una emergencia.
Una de los profesionales mas preocupados fue el director del instituto Geofísico del Perú (IGP) , Hernán Tavera, que se refirió a la prevención. “El trabajo de prevención comienza en el entorno más cercano, revisando cómo se construye cada casa y exigiendo estándares adecuados para evitar tragedias que pueden prevenirse”, dijo Tavera.
En su análisis, subrayó que existe una falta de involucramiento de la población en las acciones de simulacro y prevención, lo que aumenta la vulnerabilidad ante un sismo mayor y tiene toda la razón. Argumentó que, aunque no existen métodos para anticipar con precisión cuándo se producirá un terremoto, el riesgo en Perú es permanente por las condiciones de las placas tectónicas bajo el suelo costero.
La prevención no debe ser vista como un acto excepcional, sino como un componente esencial de nuestra cultura diaria. Esto implica incluirla formalmente en la educación básica, trabajarla de manera práctica, constante y con evaluaciones. Implica también campañas sostenidas, no solo cuando ocurre un desastre, sino como parte del día a día de los gobiernos locales y regionales.
Mientras no tomemos en serio este vacío, seguiremos viendo reacciones irresponsables, arriesgando vidas y culpando a otros cuando las consecuencias se vuelvan irreversibles. El primer paso para cambiar esta realidad empieza en las aulas. La cultura de prevención debe enseñarse, vivirse y practicarse. Solo así, algún día, estaremos realmente preparados.