Opinión

A un paso de la India

Por: Eiffel Ramírez Avilés (*)

Se podría decir que el caso de la India es una de las más grandes paradojas que hay en el mundo. Mientras más cerca estemos de ella, más lejos nos sentimos de la misma. América ha sido descubierta, digamos, expuesta, hasta cierto punto; la India, en cambio, no. Todo en ella parece destinarse a un perpetuo asombro: seguimos siendo Colones sin saltar a su ribera.

He intentado varias veces adentrarme en la cultura de la India. He fracasado. Sus categorías se me volatilizan con el tiempo. Mi memoria decide desprenderse de sus principios, pues mi ser no halla ninguna afinidad. Sus términos típicos me parecen casi impronunciables. He practicado yoga sin resultado alguno. Me es imposible creer en el samsara.

Sin embargo, creo que la confesión de este fracaso me lleva, en otra vuelta de tuerca, a un logro: a encontrar un lazo entre mi pobre alma ignorante y aquel país milenario. De alguna manera, pienso, la distancia y la barrera que nos separa de aquel país es un modo de sapiencia. Así como los abismos y las oscuridades sirven como temas para la literatura, o el cero sirve a las matemáticas, nuestra ignorancia nos vincula aún más a la India.

Hemos de partir desde la ignorancia, entonces, si queremos emprender el viaje a aquel lugar. Y hemos de mantenernos en ella, si es que queremos todavía comprender mejor el vasto territorio espiritual de la India. Ese es el primer mensaje que se les debe dar a los iniciados. Es por aquí por donde se podría poner recién la primera piedra para fundar una escuela filosófica popular.

Y digo popular, porque eso es lo que necesita lo que se ha venido a llamar la “filosofía de la India”. Para ella se ha aplicado lo que atrevidamente se puede decir: la filosofía de la India no existe; si existe, es incognoscible; si es cognoscible, es indecible; y si es decible, lo es para pocos. En otros términos: la filosofía de la India, fuera de esta, ha sido una filosofía de élites, de círculos favoritos, de espacios ultraacadémicos. ¿Está de moda ahora, en el ámbito occidental, los gurús, las prácticas de yoga, el autoconocimiento? Sí, pero para quiénes, para cuántos. El primer gran introductor de la filosofía de la India en Europa quién ha sido: Schopenhauer, un filósofo de castillo.

La filosofía no debe ser para filósofos, sino para las gentes. Y creo, a contrapelo de lo dicho más arriba, que la filosofía de la India puede tener esa ventaja. Hace que sus filósofos no sepan, sino que hagan, que vivan, que adiestren. Los filósofos de la India parecen más hombres de acción. Vida y pensamiento se funden para crear lo que tanto nos cuesta a los occidentales: un destino personal. Para Occidente, gracias al dubitativo existencialismo, la vida es libertad. Para Oriente, la vida es destino. En este último, veo a alguien con pleno dominio de sí.

Tiene otra ventaja esta filosofía: no se ha desunido de la poesía. Cómo decirle al mundo la verdad, la inmensa Verdad (esta que dice que nuestro yo y el universo es el mismo) si no es mediante una bella parábola de las Upanishad: “Así como las abejas, hijo mío, preparan la miel, recolectando las esencias de diversos árboles, y las reducen a una unidad, a una esencia…” , así volvemos todos a lo uno, al ser, a la esencia sutil. Luego, todo vuelve a lo que es. Todos somos ríos a verter en el Océano del Ser…

Llegará el día en que estemos a un paso de la India, y no retornemos cual Alejandro.