Opinión

El “cupo diario” que asfixia a los peruanos

Por: Fernando Zambrano Ortiz

Analista Político

Cada mañana, al abrir su negocio, muchos comerciantes y empresarios peruanos sienten el temor de la llamada que exige el “cupo” o amenaza con represalias. Las denuncias por extorsión pasaron de diez casos diarios entre 2019 y 2021 a sesenta y nueve en junio de 2025, y este aumento no se explica por un mejor registro, sino por mafias transnacionales cada vez más profesionales. Desde el vendedor ambulante que apenas cubre sus gastos hasta el ejecutivo de alto nivel que contrata seguridad privada, son quienes son obligados a pagar este “impuesto criminal”.

La corrupción en los centros penitenciarios agrava aún más este mal: desde cárceles donde los muros deberían ser límite, los internos siguen dirigiendo redes de extorsión con la complicidad de guardias y funcionarios cómplices. Con celulares, tarjetas SIM y hasta computadoras obtenidas a cambio de sobornos, líderes criminales en prisión coordinan “cobros” a comerciantes libres, designan nuevos colectores y gestionan rutas de fuga.

El hecho de que por años no se hayan instalado sistemas efectivos de bloqueo de señales celulares ni de control de redes de Internet en estos recintos, a pesar de ser una medida técnica y urgente, revela un nivel de corrupción al más alto nivel y un pacto tácito que mantiene vivas estas operaciones dentro de los muros. Este amparo interno convierte al penal en un cuartel de operaciones, donde la impunidad se nutre tanto de la descomposición institucional como del silencio de las víctimas, y exige que, junto a la inteligencia externa, se limpien de raíz los engranajes de poder corrupto dentro de nuestras cárceles.

Para golpear de raíz a estas redes, hace falta una estrategia de inteligencia operativa que identifique sus rutas y líderes antes de que escapen. Es necesario mapear las conexiones a partir de denuncias, llamadas y movimientos bancarios sospechosos, dibujando un diagrama de nodos que revele a los coordinadores clave.

Con autorización judicial ágil, es necesario emplear geolocalización de líneas desechables y el análisis del tráfico de datos en aplicaciones cifradas para detectar coincidencias entre ubicaciones de cobro y reuniones de cabecillas. Paralelamente, la contrainteligencia financiera debe rastrear depósitos atípicos en cuentas virtuales y bloquear los flujos de dinero que sostienen a las bandas.

El uso de agentes encubiertos y testigos protegidos, infiltrados como “mulas” de cobro o en negocios víctimas de la extorsión, puede validar patrones y permitir operaciones quirúrgicas que culminen en detenciones inmediatas. Finalmente, la pieza más débil de cualquier organización criminal es la frontera, por lo que unidades mixtas binacionales, con policías y fiscales de Perú y países vecinos trabajando codo a codo, cerrarían rutas de escape y asegurarían extradiciones exprés.

Este enfoque ya mostró resultados concretos en América Latina. En Colombia, el Operativo Renacer arrestó a más de cien presuntos extorsionadores y secuestradores gracias a la combinación de vigilancia electrónica y fuentes humanas desplegadas en varios departamentos.

A nivel internacional, la cooperación entre la NCA del Reino Unido, el FBI y Europol durante la Operación Cronos desmanteló la infraestructura de la banda de ransomware LockBit, bloqueó servidores en siete países y detuvo a sus principales líderes. Estos éxitos demuestran que, cuando la inteligencia operativa anticipa las jugadas de los delincuentes y los golpea simultáneamente en múltiples frentes, se puede desarticular incluso a las redes más arraigadas.

Lamentablemente, mientras la extorsión avanza, la Fiscalía de la Nación se distrae en pugnas políticas y el Poder Judicial defiende los supuestos derechos humanos de los criminales, relegando la urgencia de las víctimas. Sin un sistema de inteligencia robusto ni un intercambio fluido de información con los servicios de seguridad de nuestros vecinos, seguiremos reaccionando tarde.

Reconocer que la extorsión es un delito transnacional y priorizar una respuesta técnica y coordinada entre agencias de inteligencia es la única forma de liberar a nuestros comerciantes y empresarios del peso que hoy les arrebata la tranquilidad y el futuro.