Canon minero:
El reciente boletín estadístico minero del Ministerio de Energía y Minas confirma una vez más que el canon minero continúa siendo una de las principales fuentes de ingresos para los gobiernos regionales y locales del país. Las cifras son elocuentes: más de ocho mil millones de soles en transferencias durante el primer semestre del 2025, con Áncash, Arequipa, Tacna y Moquegua como principales beneficiarios. Sin embargo, tras cada anuncio de récord histórico surge inevitable la misma pregunta: ¿dónde están los resultados de semejante caudal de recursos?
La paradoja del canon minero es que, mientras crece año tras año, la calidad de vida de la población en muchas zonas mineras no mejora en la misma proporción. Caminos inconclusos, hospitales sin equipamiento, escuelas deterioradas y servicios básicos aún deficitarios son la constante. Los gobiernos subnacionales, pese a contar con presupuestos millonarios, muestran una capacidad de ejecución que rara vez supera el 60 %. El dinero, lejos de convertirse en obras, se queda varados en cuentas bancarias o se diluye en proyectos improvisados, mal diseñados o sobrevalorados, en otras palabras en corrupción.
La raíz del problema es estructural. Durante décadas se ha repetido el discurso de que la minería es motor de desarrollo, pero sin un acompañamiento serio en gestión pública y planificación territorial. Los municipios y gobiernos regionales reciben transferencias que, en muchos casos, superan ampliamente sus capacidades técnicas y administrativas. En lugar de una estrategia clara, lo que predomina es la improvisación, la fragmentación y, en no pocos casos, la corrupción.
Resulta necesario insistir en que el canon minero no debería ser visto como una suerte de “bolsa de dinero extra” para los gobiernos subnacionales, sino como una oportunidad para transformar la base productiva y social de cada región. Ello implica invertir en infraestructura de largo plazo, en capital humano, en diversificación económica y en la mejora de servicios esenciales como salud y educación.
El Minem se ufana con razón de los montos históricos alcanzados, pero ese optimismo contrasta con la frustración ciudadana frente a un Estado que no logra traducir cifras en bienestar. Los recursos existen, pero el desarrollo no se percibe. Urge entonces un cambio en la manera de gestionar el canon: más planificación, mayor control de resultados, sanciones ejemplares frente a la corrupción y, sobre todo, un liderazgo político que entienda que cada sol malgastado es una oportunidad perdida para cerrar brechas.
El desafío no está en cuánto dinero llega, sino en qué se hace con él. Mientras ello no cambie, el boletín estadístico minero seguirá celebrando récords financieros, pero la población continuará preguntándose por qué tanta riqueza no se refleja en su vida diaria.