Durante años, la población de San Jacinto y del distrito de Nepeña ha esperado con paciencia la conclusión de su hospital. Una obra que, pese a su evidente necesidad y a registrar un avance del 90%, quedó entrampada en los laberintos de la burocracia y la desidia. Hoy, finalmente, parece abrirse una luz al final del túnel.
El Programa Nacional de Inversiones en Salud (Pronis), muchas veces cuestionado por retrasos y deficiencias en la ejecución de proyectos, tiene ahora la oportunidad de reivindicarse. Ya lo ha hecho en parte con el Hospital El Progreso en Chimbote, cuya ejecución fue reconocida como un avance significativo. Ahora, al confirmar que gestionará el presupuesto faltante de 15 millones de soles para el hospital de San Jacinto, envía un mensaje de esperanza y compromiso con la salud pública.
No se trata de un simple desembolso económico. Culminar esta obra significa devolverle dignidad y seguridad a miles de familias que hasta hoy deben desplazarse a otros distritos para acceder a servicios médicos básicos. Significa también poner fin a la postergación histórica de comunidades como Pamparomás, Jimbe, Moro y Samanco, que se verán directamente beneficiadas.
Se espera ahora que se realicen cuanto antes las gestiones para que ese presupuesto sea una realidad. El vice ministro de salud ha mencionado a un decreto supremo que tiene que ser coordinado con el MEF para la ruta de es e dinero sea viable.
El papel del alcalde de Nepeña, Manuel Figueroa Laos, ha sido decisivo en este proceso. Su persistencia, sus gestiones en Lima y su capacidad de articular con otros alcaldes mediante la REMURPE, han colocado nuevamente en la agenda nacional la urgencia de concluir el hospital. Este esfuerzo debe reconocerse, pero sobre todo debe traducirse en hechos concretos.
El reto, sin embargo, no termina con la transferencia de fondos. El verdadero desafío será garantizar que el hospital inicie operaciones sin más dilaciones y con un personal capacitado y suficientes recursos para atender a la población. De nada serviría inaugurar infraestructura moderna sin asegurar su funcionamiento pleno.
El Pronis tiene ante sí la oportunidad de cambiar la percepción ciudadana. Culminar el hospital de San Jacinto no solo será cumplir con un compromiso, sino demostrar que la gestión pública puede ser eficiente cuando existe voluntad política y coordinación con las autoridades locales.
Atrás quedaran los problemas que se conocieron cuando empezó la obra y que no tenían cuando acabar, pues el expediente técnico tuvo muchísimos errores que fueron subsanándose en el camino sobre todo el saneamiento del terreno. Hoy en día los problemas van quedando atrás pues la salud de la población usuaria, es lo más importante .
La salud no puede seguir siendo rehén de trámites interminables. La esperanza de San Jacinto y de todo Nepeña está puesta en que esta vez el Estado cumpla. El país necesita más que anuncios: necesita resultados.