Editorial

Carretera Longitudinal de Conchucos: El eterno olvido del MTC

La reciente anulación del contrato con la empresa china Railway Tunnel Group Co., Ltd Sucursal del Perú, valorizado en S/ 273 millones, vuelve a poner en evidencia la crisis crónica que atraviesa la Carretera Longitudinal de Conchucos, que une Huari, San Luis, Piscobamba, Pomabamba, Pasacancha y Molinopampa. Una vía que, pese a su importancia estratégica para la comunicación y el desarrollo de la sierra de Áncash, sigue siendo tratada como un camino de segunda categoría.

No se trata de una carretera asfaltada, sino de una afirmada que, en época de lluvias, se convierte prácticamente en un camino intransitable. Huaicos, deslizamientos y hundimientos de la plataforma interrumpen el tránsito, dejando aisladas a comunidades enteras. El transporte se vuelve una ruleta rusa y los accidentes fatales, una constante. Los que más sufren son siempre los usuarios: transportistas, agricultores, comerciantes y familias que dependen de esta vía para sobrevivir.

El problema de fondo está en la política que aplica el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC). Desde hace más de una década, en lugar de ejecutar una obra de modernización integral con asfaltado, muros de contención, puentes nuevos y reingeniería del trazo se limita a contratar servicios de mantenimiento por dos o tres años, a empresas que, en la práctica, solo cumplen de manera parcial o figuran en el papel. Cuando los usuarios más necesitan de esas empresas, en plena temporada de lluvias, simplemente no están presentes.

La reciente anulación del contrato de mantenimiento por incumplimiento confirma esta realidad. No se trata de un hecho aislado: es un patrón. El MTC gasta millones en contratos temporales que no solucionan nada, mientras que la carretera sigue siendo un calvario para quienes la transitan. El resultado es perverso: dinero público derrochado y poblaciones enteras condenadas al atraso.

El colmo es que los propios proyectos de mantenimiento, aún cuando se ejecutan, no cambian en nada la condición estructural de la vía. No hay asfaltado, no hay doble calzada, no hay puentes modernos ni muros de contención que eviten derrumbes. Es como poner parches en una herida abierta que cada año se agranda.

El balance de más de diez años desde que la carretera pasó a manos del MTC es desolador: cero kilómetros nuevos construidos, múltiples accidentes con pérdidas humanas, aislamiento de comunidades, comercio paralizado y un turismo que nunca despega. Y, lo más grave, una población que ha perdido la esperanza de que la carretera Longitudinal de Conchucos deje de ser sinónimo de olvido.

El país no puede seguir aceptando esta política de parches que solo beneficia a contratistas, pero condena a los usuarios. El MTC debe abandonar la lógica del mantenimiento temporal y apostar, de una vez por todas, por un proyecto serio de modernización y asfaltado integral de esta vía. Todo lo demás será seguir administrando la desgracia.

Porque la Carretera Longitudinal de Conchucos no es un simple camino rural: es la arteria vital de toda una región, y su postergación indefinida es también la postergación de miles de peruanos.