Editorial

Hospital La Caleta, ANIN y lo que viene

La Autoridad Nacional de Infraestructura (ANIN) atraviesa semanas complicadas. La paralización de varios proyectos en diversas regiones ha puesto en entredicho su capacidad de gestión y la solidez de su presupuesto. En este contexto, el caso del nuevo Hospital La Caleta de Chimbote cobra especial relevancia. La población teme que, como tantas otras veces, una obra vital para la salud pública quede atrapada en la telaraña de la burocracia y las promesas incumplidas.

Sin embargo, hoy se puede afirmar que el proyecto ya dio pasos importantes que difícilmente puedan retroceder. El convenio suscrito entre el Gobierno Regional de Áncash y la ANIN está vigente, se han realizado desembolsos iniciales y el trabajo avanza en materia de habilitación urbana y servicios básicos. La reciente colocación de hitos en el terreno, con participación del Gobierno Regional y de la Municipalidad Provincial del Santa, es una señal positiva. Más aún si consideramos que el predio pasó de categoría rural a urbana, y por tanto necesita una delimitación clara para avanzar hacia el cerco perimétrico obligatorio.

Estamos ante una inversión de más de 800 millones de soles, monto que refleja la magnitud del proyecto. Según los compromisos asumidos, el financiamiento será compartido en un 50% por cada parte. Aun así, no se puede ignorar el contexto: la ANIN enfrenta severas limitaciones presupuestales y un descrédito que hace legítimo preguntarse si podrá sostener su palabra. La modalidad elegida, de gobierno a gobierno, tampoco está libre de críticas. La experiencia regional demuestra que hospitales como los de Caraz, Casma, Pomabamba o Yungay terminaron duplicando o incluso triplicando sus costos iniciales sin conocerse justificaciones de algún tipo.

Pese a ello, existe un elemento que marca la diferencia: la decisión política. El Gobierno Regional parece haber entendido que prolongar la parálisis del Hospital La Caleta era insostenible. La salud de la población chimbotana, que hoy depende de un hospital colapsado y sin condiciones mínimas de atención, no admite más postergaciones. La presión ciudadana y la visibilidad del proyecto obligan a que esta vez se avance, aunque sea con tropiezos.

También es fundamental destacar la intervención de las autoridades locales. El Gobierno Regional y la Municipalidad Provincial del Santa han comprometido obras complementarias en pistas, veredas y servicios básicos de agua, desagüe y electricidad. Estos componentes, a menudo olvidados, resultan decisivos para que el hospital funcione de manera integral y no se convierta en un elefante blanco rodeado de carencias.

El reto, sin embargo, es mayúsculo. No se trata solo de iniciar las obras, sino de blindarlas contra la ineficiencia, la improvisación y la corrupción. La historia reciente de Áncash está llena de proyectos que se anunciaron con bombos y platillos y terminaron abandonados a medio construir. El Hospital La Caleta no puede engrosar nuevamente, esa lista vergonzosa.

La población de Chimbote está cansada de la postergación. El mínimo compromiso de las autoridades debe ser garantizar que las obras empiecen y no se detengan hasta culminar. La ANIN tiene aquí una oportunidad de reivindicarse; la ocasión de demostrar que la salud está por encima de cualquier cálculo político.

El nuevo Hospital La Caleta no debe ser un sueño interrumpido, sino la prueba de que el Estado aún puede cumplir con su misión esencial: cuidar la vida de sus ciudadanos.