Las recientes invasiones en las partes altas del Cerro San Pedro, que obligaron a la Municipalidad Provincial del Santa a ejecutar un operativo de desalojo, vuelven a poner sobre la mesa un problema tan viejo como peligroso: la ocupación ilegal de terrenos no aptos para la vivienda.
En este caso, no se trata simplemente de un conflicto de propiedad. La zona ha sido declarada inhabitable por el riesgo que representa para quienes se asientan allí. Las pendientes del cerro, la inestabilidad del suelo y la falta de servicios básicos hacen imposible garantizar condiciones mínimas de seguridad. Permitir que las invasiones prosperen sería condenar a esas familias a vivir en permanente vulnerabilidad, expuestas a deslizamientos, enfermedades y a una eventual tragedia que todos lamentaríamos después.
Sin embargo, detrás de estas ocupaciones suele haber traficantes de terrenos que, sin escrúpulos, se aprovechan de la necesidad de las personas. Estos individuos marcan los lotes, venden ilusiones de propiedad y generan conflictos sociales, mientras lucran con el sufrimiento ajeno. Su actividad no solo es ilegal, sino profundamente inmoral, pues expone a familias enteras a un riesgo inaceptable.
El operativo de desalojo realizado por la municipalidad, con apoyo de Serenazgo y Policía Municipal, fue necesario para restablecer el orden y proteger la integridad de los propios invasores. No es una medida popular, pero sí responsable. La autoridad debe actuar con firmeza cada vez que se detecten nuevas ocupaciones y, además, debe remitir a la Fiscalía los casos en que se identifique a los promotores de estas invasiones.
Al mismo tiempo, es urgente que el Estado, en sus tres niveles de gobierno, atienda la raíz del problema: la falta de acceso a vivienda formal y asequible. Las invasiones se alimentan de la desesperación de quienes no encuentran soluciones en el mercado ni en programas públicos de vivienda. La respuesta no puede ser únicamente el desalojo; debe incluir políticas de reubicación, titulación de terrenos seguros y proyectos habitacionales que ofrezcan alternativas reales.
UN REFUERZO POLICIAL QUE DEBE TRADUCIRSE EN RESULTADOS
La incorporación de 113 nuevos suboficiales de la Policía Nacional a la División Policial de Chimbote es, sin duda, una buena noticia para una ciudad que vive momentos críticos en materia de seguridad. En los últimos meses, Chimbote, Nuevo Chimbote, Santa y el centro poblado de San Jacinto han sido escenario de hechos de violencia que han dejado víctimas mortales y una creciente sensación de inseguridad en la población.
Que este contingente provenga de la Escuela Técnica Superior de la PNP de Trujillo es también una garantía de que se trata de personal recientemente formado, con conocimientos actualizados en procedimientos tácticos, manejo de armas y uso de la fuerza de acuerdo a ley. Sin embargo, más allá del número de efectivos, lo crucial será la estrategia que se implemente para que su presencia tenga un verdadero impacto en la reducción de delitos.
No basta con sumar policías en las calles; es necesario que exista una planificación integral que priorice las zonas de mayor incidencia delictiva, que promueva el trabajo coordinado con serenazgo y que fortalezca la inteligencia policial para anticiparse a los delitos. La ciudadanía necesita resultados tangibles: menos asaltos, menos extorsiones, menos muertes violentas.
Por otro lado, este incremento de personal debe ir acompañado de logística y equipamiento adecuados. De nada servirá contar con más agentes si no tienen patrulleros operativos, radios de comunicación ni recursos suficientes para patrullar de manera efectiva.
Finalmente, el reto también está en recuperar la confianza de la población en la Policía Nacional. La presencia de más efectivos debe ser vista como un símbolo de cercanía con la comunidad, de prevención antes que, de reacción, y de respeto a los derechos de los ciudadanos.
La llegada de estos 113 suboficiales es un paso positivo, pero el verdadero éxito se medirá por la seguridad que los chimbotanos sientan en sus calles en los próximos meses.