Opinión

Chinectos: El muerto más rentable de la política ancashina

Por: Walter Miguel Quito Revello

El sábado me puse a escuchar una letra del Jilguero del Huascarán: “En este mundo de vivos, el vivo vive del sonso, el sonso de su trabajo y el diablo de sus maldades”. Se titula Verdades que amargan, y aunque fue escrita hace décadas, parece compuesta ayer, pensando en la tragicomedia de Chinecas. Porque si algo ha demostrado este proyecto, es que en Áncash la política funciona exactamente como en la canción: los vivos viven de los sonsos, los sonsos de su trabajo y el diablo de sus maldades.

Chinecas es, sin exagerar, el cadáver más rentable de la política ancashina. Cada cierto tiempo, cuando se acercan elecciones o cuando hay que llenar un discurso vacío, alguien lo resucita. Vuelve en forma de promesa, en forma de expediente, en forma de foto en el terreno polvoriento. Pero muerto sigue, y muerto lo mantienen, porque les resulta más útil como fantasma que como obra real.

Lo indignante es que en el 2024 se nos prometió que para este año empezaban los trabajos. Ya estamos cerrando el 2025 y no hay nada, salvo discursos reciclados y visitas de comisiones que solo sirven para la foto. Puro show, puro drama. Los congresistas se hacen los ciegos, el presidente regional juega a mirar para otro lado, y todos, absolutamente todos, trabajan en realidad para Chavimochic, que ya va por su tercera etapa, mientras acá no logramos ni terminar la primera.

Un ejemplo claro de esta farsa es la comisión multipartidaria que preside Kelly Portalatino. Pura finta. Mucho viaje, mucho discurso, pero cero resultados concretos. Como dice la canción: “al que roba cuatro reales la justicia lo estrangula, pero al que roba millones la justicia más lo adula”. Aquí, al que promete un proyecto y no cumple no se le sanciona, al contrario, se le premia con más cámaras y más micrófonos.

Los tribunos de la patria se han especializado en convertir a Chinecas en su caballito de batalla. Lo muestran como trofeo en campaña, lo esconden en gestión. Y cuando alguien pregunta por avances, responden con lo de siempre: “ya está en estudio”, “ya se aprobó el perfil”, “ya se consiguió presupuesto”. Pero las máquinas nunca llegan. La obra nunca arranca. El muerto sigue intacto.

Lo más indignante y aquí está el punto central es que los agricultores, los campesinos, no están pidiendo milagros ni limosnas. Solo piden agua. Agua para sembrar, para producir, para sostener la vida y transformar la economía local. Porque la agricultura sigue siendo la primera actividad económica de la provincia del Santa, aunque los gobiernos nacionales y regionales la traten como si fuera un estorbo.

La pesca, igual de abandonada. El puerto, reducido a sobrellevar migajas. Chinecas, convertido en un elefante de barro. Y mientras tanto, los agricultores siguen dependiendo de lluvias inciertas, de canales parchados, de reservorios improvisados. Y eso que ellos son quienes sostienen la economía local, quienes producen alimentos, quienes, con solo agua asegurada, podrían transformar la provincia del Santa, el Valle de Nepeña y Casma en una potencia agrícola.

Pero claro, pedir agua no da votos inmediatos. No hay corte de cinta para la foto. No hay aplauso fácil. Por eso, más rentable mantener al muerto sobre la mesa.

Los congresistas por Áncash también han abandonado el proyecto. Mutis total. Felices con sus viáticos y sus selfies, incapaces de mover un dedo en defensa de la región. Ni hablar del alcalde provincial: si no puede con las pistas de la avenida Pardo, convertida en un muladar de polvo y huecos, ¿qué va a poder con un proyecto de envergadura? Se hace el ciego, igual que todos. Calla ante Chinecas y posa para la cámara en cualquier otro evento trivial.

Así, el cadáver de Chinecas sigue flotando en el aire. No importa cuántas veces lo entierren, siempre lo desentierran en campaña. Y lo peor: siempre encuentran público que les crea. Como en Verdades que amargan, el pobre nunca tiene la razón, aunque la razón le sobre.

Si alguien duda de lo que digo, basta mirar a un costado. En La Libertad, el proyecto Chavimochic ya va por su tercera etapa. Tres. Mientras tanto, en Áncash no terminamos ni la primera. ¿Por qué? Porque allá hay gestión, hay presión política, hay decisión de hacer las cosas. Aquí, en cambio, hay abandono, complicidad y un ejército de políticos que prefieren la renta del muerto a la vida del proyecto.

Es la comparación más amarga. Allá, los valles transformados, la agroexportación despegando, los agricultores incluidos en cadenas productivas modernas. Aquí, la tierra esperando agua y los campesinos esperando justicia.

La canción del Jilguero del Huascarán resuena como un eco del presente. “Si uno aguanta es un bruto, y si no aguanta es un malo”. Eso es lo que nos dicen cuando protestamos por Chinecas. O somos brutos por seguir esperando, o somos malos por exigir lo que nos corresponde.

“En este mundo de vivos, el vivo vive del sonso”. Así han tratado a los campesinos, a los agricultores, a todo el valle. Como sonsos a los que se les puede prometer sin cumplir, como masa disponible en cada campaña. Y mientras tanto, los vivos políticos, burócratas, tecnócratas de escritorio viven del muerto más rentable de la región.

“Verdades que amargan”, sí. Pero más amargo es comprobar que han pasado cuatro décadas y nada cambia. Que seguimos con el mismo cadáver sobre la mesa. Que seguimos escuchando los mismos discursos, las mismas fintas, las mismas promesas.