Editorial

Bicentenario del Artemio del Solar: Historia que Exige Futuro

El Colegio Artemio del Solar Icochea de Santa cumple 200 años de vida institucional, una cifra que impone respeto. Dos siglos de historia educativa, de forjar generaciones, de acompañar el crecimiento de la provincia, de servir como espacio de formación cívica y de encuentro comunitario. Este aniversario no es un simple número, es la demostración de que la educación pública en Santa ha sido pilar de desarrollo. Sin embargo, también es una oportunidad para mirar de frente una realidad incómoda: esta emblemática institución necesita urgentemente una nueva infraestructura, y hasta hoy no recibe el respaldo que merece.

El bicentenario llega con una serie de actividades que llenan de orgullo a la comunidad: izamientos, festivales de bandas, concursos de danzas y conocimientos, misa de acción de gracias y la gran cena de gala. Todo esto es importante para reafirmar la identidad solarina. Pero sería incompleto celebrar dos siglos de historia sin preguntarnos qué tipo de escuela estamos dejando para los próximos 50 o 100 años. Las actuales instalaciones, muchas de ellas construidas hace décadas, ya no responden a las exigencias de la educación moderna ni a la cantidad de estudiantes que acuden a sus aulas.

El colegio necesita ambientes seguros, laboratorios equipados, talleres técnicos que conecten a los alumnos con el mundo productivo, espacios deportivos adecuados y tecnología que permita cerrar la brecha digital. No se trata de un lujo, sino de un derecho. Las autoridades educativas y políticas deben comprender que invertir en infraestructura escolar es invertir en el futuro de Santa. La provincia no puede seguir viendo pasar los aniversarios de sus instituciones sin que exista un plan concreto de renovación.

El gesto de filantropía de Artemio del Solar Icochea, quien donó el terreno que permitió que la escuela tuviera su sede definitiva, debe inspirar a las autoridades de hoy. Así como él pensó en la educación de las futuras generaciones, el Estado y el gobierno local tienen el deber de priorizar un proyecto de modernización integral. No basta con pequeños arreglos o parches temporales, se requiere una intervención de envergadura que dignifique el espacio educativo y lo ponga a la altura de su legado histórico.

Celebrar el bicentenario es un acto de memoria y gratitud, pero también debe ser un llamado a la acción. Los exalumnos, los padres de familia, los docentes y los propios estudiantes pueden convertirse en aliados estratégicos para exigir que este tema se coloque en la agenda pública. La identidad solarina no puede ser solo un lema en el escudo; debe traducirse en compromiso con el presente y futuro de la educación.

Que estos 200 años no solo sean un repaso de glorias pasadas, sino el inicio de un movimiento que logre lo que tanto se necesita: un colegio renovado, moderno, seguro y digno de su historia. Ese sería el verdadero regalo del bicentenario.