Por: Walter Miguel Quito Revello
En el Perú hemos visto de todo: presidentes con esposas fugitivas, congresistas que legislan para sí mismos y policías que confunden su placa con una tarjeta VIP en el crimen organizado. Pero ahora aparece la joya de la corona: un monstruo que admite abiertamente que su mayor protección era la propia Policía Nacional del Perú. Y no lo dice un periodista “amarillista”, lo dice él, con toda la pachorra del que sabe que durante años el uniforme fue su seguro de vida.
Mientras tanto, en el extranjero, la PNP ya no inspira respeto sino desconfianza. Tanto así que los paraguayos tuvieron que hablar en guaraní para capturar al monstruo, porque si hablaban en castellano la información se filtraba mágicamente hasta el Perú y se frustraba el operativo. Una película de espías de bajo presupuesto, pero con guión demasiado real: aquí el enemigo no está afuera, está dentro del Estado.
Ahí están los nombres que suenan como elenco de serie B: Jordi Araujo, abasteciendo armas directamente desde los almacenes oficiales de la policía; Bruno Sebasco, agente del Escuadrón Verde, que prefirió mudarse a España antes que dar explicaciones; Yogeiro Aransilvia, ex suboficial reciclado en mano derecha del monstruo. Y no olvidemos al comandante Rivadeneira, que se atrevió a denunciar estas irregularidades y, como recompensa, fue “renovado”. El mensaje era clarísimo: quien habla, sobra.
Porque el monstruo no solo mataba, también tenía operación contable, empresa en cuatro países y hasta fachada de Trident. ¿Un empresario exitoso? No: un criminal sofisticado, blindado por un aparato policial que nunca vio, nunca escuchó, nunca sospechó… o mejor dicho, que cobraba y se hacía el sordo.
Aquí el asunto se vuelve tragicómico. Se capturan bandas de barrio: los clanes familiares de San Jacinto que venden droga, los extorsionadores de Coishco, los microcomercializadores de Cambio Puente. Se presentan ante cámaras como trofeos del trabajo policial. Y entonces aparece el jefe regional de Áncash, el coronel Eloy, nos da a entender con cara de funcionario de reality show: “todo está controlado”.
¿Controlado? Sí, claro, tanto como el mar de Chimbote está controlado por las anchovetas. Mientras tanto, los monstruos de cuello y pistola siguen bailando en la pista principal.
Si uno solo confesó que la policía era su mayor protección, si otros escaparon al extranjero, si las capturas deben hacerse en guaraní para no alertar a la PNP peruana,
¿Cuántos otros monstruos estarán operando tranquilamente en nuestra Provincia del Santa?
Pero tranquilidad, ciudadanos. No se alarmen. El coronel Eloy ya nos ha dado a entender con voz serena: “todo está controlado”. Así que sigamos durmiendo tranquilos, que los monstruos solo existen en cuentos de hadas… o en la nómina de la Policía Nacional del Perú.