Opinión

La película que se repite

Por: Fernando Zambrano Ortiz

Analista Político

Desde que Fuerza Popular se fundó hace quince años, sus adversarios especialmente desde la izquierda progresista han anunciado una y otra vez su “muerte política”. Lo han hecho con discursos encendidos, titulares amplificados y encuestas direccionadas. Pero lo que esos sectores no parecen comprender es que, elección tras elección, esa supuesta lápida termina siendo papel mojado.

En las tres últimas elecciones generales, la candidata de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, no solo ha resistido campañas demoledoras: ha llegado siempre a la segunda vuelta. Y esto no es un detalle menor. En la historia política contemporánea del Perú, ningún otro candidato ha logrado alcanzar de manera consecutiva un caudal electoral tan alto como para pasar a segunda vuelta en tres oportunidades seguidas. Esto, por sí solo, habla de un peso político real y de una base electoral que no desaparece con titulares ni encuestas amañadas.

La estrategia para intentar borrar a Fuerza Popular del mapa político ha sido sistemática: campañas mediáticas de demolición, encuestadoras que “empujan” narrativas y un sector del sistema de justicia que ha actuado de forma, cuando menos, cuestionable. Basta recordar que Keiko Fujimori fue encarcelada en tres oportunidades sin que se haya probado delito alguno. Se trató de un proceso que, más que legal, tuvo un claro objetivo político: desgastarla, arrinconarla y restarle competitividad electoral.

Hoy, de cara a las elecciones de 2026, la película empieza a repetirse. Las encuestas la muestran en cifras bajas, incluso por debajo de personajes sin mayor trayectoria política. No sería la primera vez que ocurre: en campañas anteriores, la estrategia fue la misma, esconder el voto fujimorista en las encuestas y amplificar candidaturas funcionales al establishment progresista.

Y no se puede olvidar otro capítulo clave: el cierre inconstitucional del Congreso por parte de Martín Vizcarra, quien ejecutó un golpe de Estado técnico cuando su entorno más cercano empezaba a ser investigado. Lo hizo, precisamente, para evitar que su hermano declarara ante una comisión que lo acorralaba con pruebas. Ese episodio, que algunos prefieren olvidar, marcó el inicio de una etapa donde se consolidó una alianza tácita entre operadores políticos, sectores del sistema de justicia y medios de comunicación, con un mismo objetivo: neutralizar a Keiko Fujimori y a su partido.

Pese a todo ello, el resultado ha sido previsible: Fuerza Popular ha vuelto a la segunda vuelta una y otra vez. Por eso, quienes hoy celebran encuestas que la ubican en los márgenes deberían recordar que en política no siempre gana el que encabeza las cifras tempranas, sino el que resiste y construye base real.

La verdadera interrogante no es si Keiko Fujimori pasará a segunda vuelta, sino con quién. La historia política reciente muestra que nunca se ha dado un balotaje entre dos candidaturas de derecha o centro-derecha. Siempre ha habido una confrontación ideológica clara. Y todo indica que el 2026 no será distinto: habrá, otra vez, un enfrentamiento entre proyectos políticos profundamente opuestos.

Mientras tanto, una parte del progresismo, agotado y sin una propuesta renovada, insiste en reciclar estrategias pasadas: encuestas direccionadas, titulares alarmistas, operadores judiciales y candidatos funcionales a su agenda. Lo hicieron antes. Lo hacen ahora. Y, probablemente, lo volverán a hacer mañana.

Pero si hay algo que la experiencia política ha demostrado en estos quince años, es que el fujimorismo no se borra con editoriales ni encuestas. Se ha sostenido en la resistencia política y en una base social que, pese a todo, se mantiene fiel. Eso es lo que muchos no han querido entender.

Y así, mientras algunos siguen escribiendo epitafios políticos, otros como tantas veces antes están ya preparándose para otra segunda vuelta. La verdadera competencia, como siempre, empezará ahí.