Opinión

El Perú, marca registrada de la dictablanda

Por: Walter Miguel Quito Revello

Parece democracia, huele a democracia, pero camina como dictadura. Lo nuestro ya tiene denominación de origen: Dictablanda del Perú S.A. Un país donde puedes votar, pero solo si votas bien; donde puedes hablar, pero solo si repites el guion correcto; y donde la justicia no se imparte, se exporta como souvenir del poder.

Quince años de prisión para Guillermo Bermejo. Todo un récord nacional de eficiencia judicial. En un país donde los corruptos eternos siguen libres y las investigaciones duermen en los archivos, el sistema se despertó justo a tiempo para castigar al disidente. El mensaje es pedagógico: si eres de izquierda, ten cuidado; si además hablas claro, mejor empaca. El expediente se ha convertido en la mordaza institucional y la toga en el uniforme del miedo.

Mientras tanto, resucitan fantasmas archivados: el caso Perseo (acusación contra 43 procesados vinculados a remanentes de Sendero Luminoso) muestra cómo la maquinaria judicial se activa justo cuando una figura política tiene peligro de crecer. Documento del Ministerio del Interior por ejemplo registraba acusación penal contra 43 procesados. El Estado, que no puede organizar ni su propio transporte público, milagrosamente coordina décadas después una persecución impecable. Qué coincidencia: siempre justo antes de elecciones.

Martín Vizcarra inmovilizado, judicializado, señalado pero todavía con respaldo. La fiscalía pidió prisión preventiva, señalando riesgos de fuga o de obstaculización mientras un juicio lo espera. No solo es que esté siendo investigado: es que mientras tiene intención de voto (15.1 % en encuesta de mayo de 2025) lo mantienen en el banquillo. Candidato con arrastre, pero con barrotes adelantados. La dictablanda no espera al veredicto: apunta antes del disparo.

Pedro Castillo ex maestro rural convertido en presidente y luego en símbolo de lo que “no debe volver” enfrenta un juicio por rebelión y otros cargos, con la fiscalía reclamando hasta 34 años de prisión. En su audiencia ha denunciado un “juicio politizado”. En la práctica, el que llegó al poder sin pedir permiso a los poderosos fue derribado apresuradamente. Su capa blanca se convirtió en toga arrestada. Y el mensaje fue claro: la alternativa no se permite si se atreve.

No es casualidad que los que lideran las encuestas no estén candidateando. Es evidente que se están utilizando viejas prácticas políticas golpistas y judiciales para no permitir que el pueblo elija libremente a sus representantes. Castillo, Antauro y Vizcarra son los nombres del veto. El 21 de abril de 2025, IPSOS publicó una encuesta para Perú21 donde lideraba Keiko Fujimori con apenas 7 %, pero lo curioso fue que colocaban a Antauro Humala y Pedro Castillo como candidatos al Senado lo cual hoy es una posibilidad real. En el caso de Humala, 4 % definitivamente votaría por él y 11 % podría hacerlo, sumando 15 % de voto potencial. En el caso de Castillo, 15 % definitivamente lo votaría y 22 % podría hacerlo, alcanzando un 37 % de potencial electoral. Según la encuestadora CPI (mayo de 2025), Martín Vizcarra lidera las preferencias con 15.1 %, seguido de Keiko Fujimori con 10.3 %. Resumiendo: Antauro 15 %, Vizcarra 15.1 %, Castillo 37 %. Ninguno de la lista de “presidenciables” oficiales se acerca a esos números. Y sin embargo, ninguno de ellos puede postular. Porque en el Perú de hoy, la justicia no decide por el pueblo: decide en lugar del pueblo.

El Congreso es hoy el estadio más caro del país: 130 actores, cero ideas, muchas cámaras. No necesitan tanques ni decretos: basta un micrófono y una mayoría alquilada. Censuran ministros como quien cambia de canal y celebran cada caída como si fuera un gol. El Legislativo ya no fiscaliza: neutraliza. Su lema parece ser: “Si no gobernamos nosotros, que no gobierne nadie”. Simple. La inhabilitación se ha convertido en otra herramienta silenciosa de la dictablanda. Casos como el de Betssy Chávez ex primera ministra a quien se pide prisión preventiva y se bloquea toda posibilidad política lo demuestran. El mensaje es claro: puedes presentarte, puedes hablar, puedes existir… pero no puedes ganar. En el Perú de hoy, la silla no se disputa en campaña: se reserva en silencio. A ese podrido Congreso han aportado nuestros congresistas por Áncash, olvidándose de su deber con Chinecas, con el Puerto de Chimbote y con toda nuestra región.

Aquí no hay dictador, hay jueces que obedecen. No hay toque de queda, hay notificaciones fiscales. No hay censura visible, hay titulares en cadena que ya repiten lo mismo. Y así, entre audiencias, prisiones preventivas, y votos de censura, la derecha ha encontrado la fórmula mágica: un régimen autoritario con maquillaje democrático. Todo funciona, todo luce legal, todo huele a justicia. Pero por dentro, todo apesta a control. Y el pueblo, confundido, aplaude, porque cree que esto sigue siendo democracia.

El truco de la dictablanda es su sutileza: nadie prohíbe nada, simplemente te hacen imposible hacerlo. Protesta y te gasean; opina y te denuncian; postula y te inhabilitan. El miedo ya no se impone con botas, sino con resoluciones. Y cuando el pueblo calla, los poderosos sonríen: la marca está consolidada. Porque el Perú ya no exporta cobre ni harina de pescado: exporta dictablanda, con sello de “institucionalidad democrática” y garantía de silencio colectivo.