Las decisiones políticas son las que verdaderamente importan. Son las que marcan la diferencia entre el discurso y la acción, entre el atraso y el progreso. Durante décadas, esa clase de decisiones ha sido escasas en nuestra región. A propósito de la reciente viabilidad del Proyecto Especial Chinecas, es inevitable reconocer que han tenido que pasar cuarenta años para que, por fin, este sueño regional obtenga su “DNI” y empiece a recorrer el camino hacia su materialización.
Chinecas se había convertido en un problema estructural, en un símbolo del abandono y la manipulación política. Nunca hubo autoridad, y menos aún decisión. El proyecto fue utilizado durante años como herramienta electoral, fuente de corrupción y escenario de las famosas invasiones, esa gran tarea pendiente que sigue sin resolverse.
Aquí lo hemos dicho muchas veces: el presidente que debió haber tomado la decisión política de concretar Chinecas fue Alejandro Toledo. Tenía todas las condiciones y el contexto para hacerlo, incluso el vínculo personal: se crió en Chimbote, mencionó innumerables veces el proyecto como ejemplo de desarrollo, pero cuando tuvo el poder, simplemente no quiso hacerlo. Lo dejó pasar, y con ello dejó pasar una oportunidad histórica para el norte del país.
En el ámbito regional, los gobernadores tampoco estuvieron a la altura. Desde César Álvarez Aguilar, quien sucumbió ante la corrupción y la demagogia, hasta sus sucesores, todos mostraron una preocupante indolencia. Durante ese periodo, el proyecto pasó al Gobierno Regional y terminó sumido en el abandono.
Sin embargo, apareció alguien que sin ser de la zona asumió lo que hacía décadas nadie hacía: tomar decisiones políticas. Decisiones que favorecen a la ciudad, la provincia y la subregión. Esas que aquí no se tomaban desde hace más de medio siglo. Ese alguien es el actual gobernador.
Como lo expresaron los funcionarios de Proinversión y la Ministra de Economía el último lunes: “Cuando vimos llegar al gobernador en 2023 con los folders de Chinecas bajo el brazo, parecía imposible”. Y, sin embargo, tres años después, el proyecto tiene viabilidad técnica. En el lenguaje de la inversión pública, eso significa el punto de partida real: el reconocimiento oficial que permite ingresar al sistema del MEF y avanzar hacia la licitación internacional que estará a cargo del Midagri. Ninguna gestión anterior había llegado tan lejos.
Claro está, aún habrá que corregir errores durante la elaboración de los estudios definitivos, pero lo importante es que el camino por fin empezó a recorrerse. Eso que no lograron los audaces ni los improvisados de antes.
A la par, se avanza en la titulación de 2,001 agricultores, gracias a convenios con el Midagri y Cofopri. Un paso significativo que beneficia a quienes esperaron más de dos décadas. Pero falta algo esencial: el desalojo de los invasores.
Porque cuando hablamos de invasores no nos referimos a pequeños agricultores, sino a verdaderos usurpadores de grandes extensiones, con posesiones de 50, 100, 200 o hasta 400 hectáreas, muchas de ellas cultivadas. El procurador regional los tiene plenamente identificados. Si hubo decisión para darle viabilidad al proyecto, debe haber la misma decisión para recuperar esas tierras que no les pertenecen. Esa es la tarea pendiente.
El gobernador Koki Noriega tiene puntos a su favor. Está ejecutando más de 200 millones de soles en infraestructura educativa en la provincia, incluido un instituto superior. Y también impulsa el nuevo Hospital La Caleta, que se realizará bajo la modalidad de contratos NEC y de Estado a Estado. No es poca cosa: después de años de frustraciones, se trata de proyectos concretos que avanzan.
Todo ello ha sido posible gracias a lo que hacía falta desde hace décadas: decisiones políticas reales. Porque sin decisión, no hay desarrollo; y sin desarrollo, solo queda la demagogia. Chinecas empieza a renacer, y con él, la esperanza de que en Áncash por fin se gobierne con visión y autoridad.

