Opinión

Cáceres del Perú: Cuando la Policía Hace Patria… a Lomo de Burro

Por: Walter Miguel Quito Revello

La historia es conocida, pero siempre duele repetirla: en Cáceres del Perú no hay camioneta policial. En Samanco tampoco. Y en muchos caseríos de la zona rural, la presencia del Estado depende de la fuerza de voluntad del policía… y del burro.

Hace unos días tuve que trabajar en la Comisaría de Cáceres de Perú. Ahí, entre carpetas, escritos y el trajín diario, escuché una conversación que resume el drama: —“Hay que ir a notificar”, dijo un efectivo. —“¿Y cómo? Si está más arriba de Colcap… no tenemos unidad, no tenemos nada. Iremos de nuevo con el burro”, respondió el otro. No sé si lo dijo en broma, con ironía, o como una queja resignada. Quizá fue todo a la vez. Lo cierto es que esa es la realidad diaria del trabajo policial en Cáceres del Perú. Los efectivos hacen lo que pueden, y muchas veces lo que no pueden también.

Porque sí: seamos justos. No todos los artículos deben ser palo. Hay policías que sí cumplen, sí se esfuerzan, sí caminan kilómetros de cerro en cerro bajo el sol o la llovizna para entregar una notificación o para llegar a un caserío donde nadie más llega. Y eso tiene mérito. Mucho mérito.

El problema no es el policía de a pie. El problema es la institución, o mejor dicho, los que dirigen la institución y permiten que un puesto policial funcione sin una sola unidad móvil. ¿Cómo pretenden que cumplan su labor? ¿Con qué rapidez pueden responder? ¿Con qué seguridad se desplazan? ¿Cómo quieren que la población confíe cuando el único patrullero disponible es un burro cansado?

Mientras en otras regiones inauguran camionetas 4×4 blindadas, aquí nuestra policía tiene que pedir permiso al dueño del burro, verificar si comió alfalfa y esperar que no se asuste con las acequias.

No es que queramos atacar a la Policía. Es que queremos defenderla de su propia precariedad. Queremos que la institución esté a la altura del esfuerzo de los agentes que sí trabajan, que sí se esfuerzan, que sí se meten al cerro cuando nadie más lo hace.

Imagina el absurdo: Los delincuentes tienen moto, internet y logística. La policía, en cambio, tiene un burro y buena voluntad. Ese es el nivel de desigualdad operativa.

Por eso este artículo no es contra la policía. Es contra la indiferencia. Contra la falta de gestión. Contra el abandono institucional que hace que nuestras fuerzas del orden tengan que improvisar transporte rural para poder cumplir con lo mínimo: una

notificación. Cáceres del Perú merece algo mejor. Samanco también. Nuestros policías, aún más. No pedimos helicópteros ni drones. Solo pedimos que el Estado deje de mirar a la zona rural como si no existiera y entregue, al menos, una camioneta que reemplace al fiel burro que hoy hace de patrullero, secretario y transporte oficial.

Porque mientras ese burro siga cargando la seguridad ciudadana en su lomo, el problema no es el policía. El problema es que el Estado camina más lento que el mismo burro.