En uno de los primeros diálogos con mi Coordinadora recuerdo haberle indicado que “cada puñado de egresados de nuestra Universidad debe representar un soplo de esperanza para hacer de éste un mejor país.”
Conforme pasaban los días y las semanas, se hacía más grata la experiencia de poder hablarle a tanta gente joven, coterráneos míos, porque más que una sesión de clase, cada encuentro con ellos lo vivenciaba tal cual una conferencia. Provengo del mundo corporativo con 20 años de intensa preparación en el ámbito profesional e internacional. Entre otras cosas, creo tener la obligación moral de ampliar sus miradas, brindarles otros puntos de referencia, invitarlos a tener una visión más periférica, motivarlos y expresar con impetuosa vehemencia, el deber de transformarse en profesionistas con la talla suficiente para cambiar nuestro entorno y el estado de situación de las cosas, porque nuestra nación nos lo os demanda.
Tras algunos meses, luego de aterrizar en territorio nacional, observaba con pasmado asombro los contrastes sociales entre Perú y Chile, los rezagos nuestros muchos de ellos abismales. Mientras me preguntaba dónde y cómo empezar esta nueva vida con sentido y con un propósito más ennoblecido. ¿Cómo ser el artífice y el articulador del cambio? que nuestra ciudad, región y nación implora. Influir positivamente en nuestros jóvenes, ahí estaba la respuesta, porque en ellos reposa el futuro inmediato.
En todo este tiempo los he desafiado positivamente, les he demostrado que su techo puede ser más alto, que individualmente o trabajando en equipo deben ser factor de cambio. Hoy, casi finalizando el semestre, me reconforta ver a muchos de ellos, más seguros de sí mismos, más fortalecidos, que han adherido enseñanzas y perspectiva a lo largo de todas esas horas que compartieron cátedras conmigo.
Así las cosas, con convicción proclamo “no todo está perdido”, que mientras nuestra Institución convoque, forme, prepare y capacite a este puñado de jóvenes, hombres y mujeres inestimables, el Perú puede manifiestamente confiar su presente y en su futuro, aún las oceánicas dificultades que debe zarpar, porque es en la complejidad, en el camino sinuoso que debemos demostrar altura y grandeza. La otrora grandeza de un país civilización que recupera su vigor y fuerza.
M.B.A. Pier Maguiña Rojas
Universidad Tecnológica del Perú

