Por: Fernando Valdivia Correa.
Ben Bradlee, entonces Editor del The Washington Post, dijo que “a partir de Watergate siempre he buscado la verdad después de oír la versión oficial de la verdad”. El 15 de mayo de 2016, “Cuarto Poder” emitió un reportaje entrevistando al piloto comercial Jesús Vásquez, quién afirmaba haber grabado secretamente al reelecto congresista Joaquín Ramírez, jactándose que Keiko Fujimori recibió US$ 15 millones para financiar su campaña electoral del 2011, agregando el programa televisivo que esta denuncia estaba bajo investigación de la DEA (agencia norteamericana para el control de drogas). A poco menos de un mes para el balotaje de la segunda vuelta entre Fujimori Higuchi y PPK, esta noticia cayó literalmente como un “baldazo de agua helada” para Fuerza Popular, inclinando las encuestas a favor de su contrincante, quién finalmente ganó la Presidencia de la República con apenas cuarenta mil votos de diferencia. Luego de siete años, específicamente en junio de 2023, la propia DEA confirmó que ese audio propalado no implicó jamás a la entonces candidata naranja. Raudamente, Fuerza Popular declaró que “el objetivo del reportaje difundido en 2016 contra Keiko Fujimori fue dañar su candidatura presidencial”. Sí, el daño estaba hecho.
Al otro lado del hemisferio, en Londres, y previo a las justas presidenciales del año pasado en los Estados Unidos, la BBC transmitió un documental titulado “Trump: ¿Una segunda oportunidad?”, con una hora de duración, citando un discurso del entonces candidato republicano, pronunciado días antes de dejar la Casa Blanca en enero de 2021, en el que presuntamente instó a sus seguidores a atacar el Capitolio. Poco tiempo después, una investigación interna de la cadena británica determinó que las palabras de Trump fueron alteradas, toda vez que en realidad instó a sus simpatizantes a manifestarse pacíficamente. De inmediato, como control de daños, el citado medio periodístico se disculpó con el mandatario norteamericano, anunciando anticipadamente la dimisión del director general, Tim Davie, y de la Directora de Información, Deborah Turness.
Pero Donald no se quedó callado. El lunes pasado, confirmó que presentó en el Estado de Florida una demanda por difamación y violación de la ley sobre prácticas comerciales engañosas y desleales, exigiendo US$ 10 mil millones como indemnización. En adición, France24 comenta que “la demanda de Donald Trump sostiene que, pese a las disculpas, la BBC no ha mostrado un arrepentimiento genuino por sus actos ni ha emprendido reformas institucionales significativas para impedir futuros abusos periodísticos”. Por su parte, el portavoz de la BBC dijo escuetamente “Como ya dejamos claro anteriormente, vamos a defender este caso”.
Hasta Putin ha intervenido en este espinoso asunto. El Jefe de Estado ruso declaró que “no quiero echar sal en su herida. No quiero tocar ese tema. Aunque, por supuesto, hay un problema, problema de información inexacta y manipulación. Eso es obvio. Creo que el presidente Trump tiene razón”.
Lo cierto es que al reconocer públicamente haber distorsionado la realidad; es decir, mentir groseramente, la BBC no solo mella su reputación, sino que además pone en tela de juicio la veracidad de la información que propala la prensa alrededor del mundo. Que la señora Fujimori no accionase en contra del mencionado dominical, no significa que los periodistas estén facultados a vulnerar derechos fundamentales de los ciudadanos, sin consecuencia legal alguna.
Cuando se informa con la verdad, ésta incomoda al personaje en mención (político, empresario, futbolista, etc.); sin embargo, cuando no la es, hay un precio a pagar.

