Por: Víctor Andrés Ponce (*)
Los resultados electorales en las primarias argentinas (con el triunfo de Javier Milei), la clara mayoría de gobiernos en la región (Chile, Bolivia, Colombia, México) y la consolidación de los proyectos dictatoriales de la izquierda en Venezuela, Cuba y Nicaragua nos revelan con absoluta claridad que en la región latinoamericana se desarrolla una cruenta y feroz guerra ideológica que tiene en la disputa cultural uno de sus principales escenarios. Hoy la lucha por el modelo económico comienza a ser un derivado de una cruenta guerra cultural.
¿Cómo se podría intentar validar semejante tesis? Antes de las llegadas de las izquierdas que desataron el frenazo económico en Chile y Perú, ambos países eran considerados milagros de las economías emergentes. Chile tenía el ingreso per cápita más alto de la región (alrededor de US$ 17,000) y había reducido la pobreza debajo del 8% de la población. Asimismo Perú era una sociedad pujante, con mayoría de clases medias y alrededor de 20% de la población debajo de la pobreza. No obstante que los modelos económicos de ambas sociedades habían conseguido los mayores logros económicos y sociales de su historia republicana, en Chile se instaló una convención constituyente con la intención de redactar una constitución soviética y anticapitalista, y luego fue elegido Gabriel Boric. En el Perú, en contra de cualquier pronóstico, ganaron Pedro Castillo, Perú Libre y el Movadef.
Es imposible entonces explicar la llegada de gobiernos de izquierda en Chile, Perú e, incluso, Colombia, por asuntos vinculados a la economía. Al parecer todo tiene que ver con las narrativas y guerras culturales del comunismo y el progresismo. Por ejemplo, en Chile la fábula del pinochetismo versus antipinochetismo instaló la constituyente y encumbró a Boric. En Perú, el relato del fujimorismo y el antifujimorismo encumbró a Castillo y; en Colombia, el uribismo y el antiuribismo prepararon el triunfo de Gustavo Petro.
Si a estas leyendas le sumamos los relatos de los Derechos Humanos con el objeto de destruir el principio de autoridad del Estado de derecho; el cuento de la defensa del medio ambiente para detener el capitalismo y la inversión privada en minería y recursos naturales, y la ideología de género para destruir a la familia como fundamento y origen de la propiedad privada, los mercados y la economía capitalista, entonces tenemos todo el fierro, el cemento y demás aditivos con los cuales las corrientes comunistas y progresistas esculpieron sus victorias frente a derechas y élites empresariales en la región, que solo se dedicaron a defender el modelo económico y el crecimiento. Lo más grave de todo es que las derechas latinoamericanas ignoraron el hecho de que todo desarrollo capitalista incuba su oposición anticapitalista por el solo hecho de que el crecimiento, al reducir la pobreza, también establece nuevas desigualdades. De alguna manera todos olvidaron que el principal cemento de Occidente, la libertad y el capitalismo es la filosofía.
El marxismo siempre fue una fabulación de la realidad. Nunca hubo nada “científico” en su ampuloso y pretencioso armazón teórico, sobre todo luego de que cada uno de sus principios se estrellara con la realidad y los hechos del siglo XX y del XXI. Conscientes de su condición de religiosos profanos, luego del experimento soviético, los comunistas occidentales renovaron y reformaron todos sus relatos y llegaron a la conclusión de que el poder provenía de la cultura. Los defensores del capitalismo, por el contrario, empezaron a creer que todo provenía de la economía y del bienestar de la sociedad.
Nadie puede negar la enorme importancia del crecimiento, la reducción de la pobreza y el desarrollo de las clases medias en la lucha contra el colectivismo. Sin embargo, sin narrativas republicanas que enfrenten las fábulas progresistas, las clases medias suelen elegir la soga con que los comunistas las ahorcarán y desaparecerán. Así sucedió en Chile y Perú. Felizmente, comenzamos a superar una de las noches más negras de nuestra historia.
(*) Director de El Montonero
(www.elmontonero.pe)