Autos piratas:
Conforme pasan los días, los meses y los años, la actividad de los automóviles piratas que llevan pasajeros a Trujillo, Huaraz y otras ciudades del país, lejos de disminuir más bien aumenta. Los conductores de estos vehículos no solamente han tenido el desparpajo de haber convertido los exteriores del Terminal Terrestre en su centro de operaciones. En más de treinta años de actividad ilegal, también han dado lugar a que los operativos en su contra terminen en un despliegue inútil de esfuerzo y recursos públicos, sin que jamás se haya obtenido un resultado positivo o al menos alentador. En la práctica, nada ni nadie puede contra ellos. Esta piratería sobre ruedas es un cáncer imposible de extirpar.
Un último de estos operativos tuvo lugar la madrugada del domingo y, como ya es habitual, estuvo a cargo de personal de la Gerencia de Transporte de la Municipalidad Provincial del Santa así como de la Superintendencia de Transportes (SUTRAN) y de la Policía de Tránsito. Estamos hablando de los mismos protagonistas, pero también de los mismos resultados. Pese a haber sido una acción inopinada, existe la sensación que ésta no ha tomado por sorpresa a nadie.
En una nota informativa difundida al término del operativo, se da cuenta de la imposición de dieciséis papeletas de infracción; una medida que, por todo lo que se ha podido ver en los últimos años, no ha servido de nada para combatir los efectos de la piratería. Se diría que la medicina resulta peor que la enfermedad.
Pero no se trata únicamente de la competencia ilegal que esta piratería representa para el transporte interprovincial. Tanto o más grave que eso, es el riesgo al que se expone a los pasajeros con el peregrino ofrecimiento de realizar el viaje en mucho menor tiempo que el que emplean los vehículos formales.
Justamente por ser vehículos de uso particular, el Seguro Contra Accidentes de Tránsito, SOAT, que poseen los autos piratas no cubre ningún percance que pudiera afectar a los pasajeros durante el viaje. Esta mala experiencia ya ha sucedido en más de una oportunidad, habiendo quedado los pasajeros abandonados a su suerte, sin derecho a reclamo alguno.
Se ha podido advertir asimismo que, cuando estos operativos y estos percances se producen en pleno viaje, inmediatamente el conductor llama a alguien por su celular y lo pone al habla con el policía o inspector de tránsito…y asunto arreglado. El viaje continúa como si nada hubiera pasado.
Si los resultados de estos operativos fuesen lo que todo el mundo espera de ellos, la actividad de los autos piratas no tendría por qué seguir en aumento ni continuar desafiando abiertamente la autoridad de las instituciones públicas.
Uno de los acontecimientos que algún día puede causar inmenso beneplácito en la ciudad Chimbote, será cuando no exista no un solo auto pirata en los alrededores del terminal terrestre. Mientras eso no suceda, el cáncer de la piratería seguirá siendo un mal incurable, imposible de extirpar.