Fernando Zambrano Ortiz
Analista Político
Los políticos, “oenegeros” y periodistas “caviares” se caracterizan por una percepción exacerbada de ser el epicentro de la democracia y la moralidad. Este egocentrismo deslumbrante alcanza su máximo esplendor cuando se ven obligados a abandonar cargos públicos o renunciar a beneficios, generalmente lucrativos, provenientes del Estado.
Para estos individuos, su palabra es ley y su existencia parece ser el eje en torno al cual gira toda la sociedad. Estas conductas, dignas de estudio por la psicología durante lustros, revelan un narcisismo político que desafía los límites de la racionalidad y la modestia.
El narcisismo, definido como una preocupación excesiva por uno mismo y las propias necesidades a expensas de los demás, es un rasgo de personalidad que lamentablemente se ha infiltrado en el ámbito político peruano. Este fenómeno representa un grave peligro para la salud de nuestras instituciones democráticas.
Cuando el narcisismo se manifiesta en los “caviares”, se traduce en una sobrevaloración de sus propias capacidades, un deseo constante de admiración y atención, y una falta de empatía hacia las necesidades de la ciudadanía. En casos extremos, puede llegar a convertirse en un trastorno de la personalidad narcisista, caracterizado por un egocentrismo exacerbado y una preocupación exclusiva por sí mismos.
Estas personas con rasgos narcisistas suelen presentar una serie de características preocupantes, como la grandiosidad, la arrogancia, la envidia y la manipulación. Lejos de servir a los intereses de la nación, estos políticos narcisistas tienden a explotar el poder que se les ha confiado para satisfacer sus propias ambiciones y necesidades personales.
Cuando el narcisismo se apodera de la esfera política, las consecuencias pueden ser devastadoras. Los líderes narcisistas suelen anteponer su imagen y su ego a las verdaderas necesidades de la población, distorsionando la toma de decisiones y alejándose cada vez más de los principios democráticos.
La falta de empatía y la incapacidad de estos políticos narcisistas para ponerse en el lugar de los ciudadanos los lleva a ignorar los problemas reales que aquejan a la sociedad. En su lugar, se enfocan en alimentar su propia vanidad y en mantener un control absoluto sobre el poder, sin importarles el bienestar colectivo.
Es fundamental que como ciudadanos estemos atentos a estos rasgos narcisistas en nuestros líderes políticos “caviares”. Debemos exigir que quienes nos representan antepongan el bien común a sus intereses personales, y que demuestren una verdadera vocación de servicio y compromiso con la democracia.
Solo así podremos evitar que el narcisismo político de los “caviares” siga corroyendo las bases de nuestras instituciones y amenazando la estabilidad y el progreso de nuestro país. La salud de nuestra democracia depende de que elijamos a líderes capaces de trascender su ego y anteponer el interés de la nación por encima de todo.