Cambios en el GRA ¡ya!:
Hablemos claro. El mea culpa que ha asumido el gobernador regional Fabián Koki Noriega al reconocer públicamente la existencia de errores de su gestión, no tendrá ninguna repercusión positiva mientras tal reconocimiento se mantenga congelado en palabras. Peor aún, si en lugar de corregir errores y en lugar de realizar un necesario cambio de rumbo, se pretende buscar culpables ajenos.
En tal sentido y en vista de la disyuntiva que viene afrontando el gobierno regional, la regla de tres simple es irrefutable: si luego de reconocer un error no se realizan las correcciones del caso, entonces los errores no solo van a continuar. Como lo estamos viendo, se van a enraizar a tal punto de convertirse en un cáncer cada vez más difícil de extirpar. El hecho de ocupar la región Ancash el último lugar de ejecución presupuestal por segundo año consecutivo, es más que patético.
Lo peor de todo es que en vez de anunciar la toma de medidas correctivas que ya han debido producirse, el gobernador Koki Noriega ha elegido la salida equivocada. No se sabe por indicación de quién o quienes, resulta que ahora pretende responsabilizar de los errores cometidos por su gestión, nada menos que al gobierno central y a las normas de gestión pública.
Esta desafortunada evasiva trae a la memoria la misma argumentación que, en su momento, solía esgrimir su antecesor César Álvarez Aguilar. Como se recuerda, cada vez que en forma inconsulta Álvarez Aguilar transfería el presupuesto de una obra en ejecución para iniciar una nueva, lo único que conseguía era paralizar ambas obras. Entonces, en busca de hallar un culpable, realizaba “marchas de sacrifico” a Lima para exigir al Ministerio de Economía y Finanzas el otorgamiento de una infundada ampliación presupuestal, que por supuesto era negada. Todas las obras que su gestión ha dejado abandonadas, entre ellas el coliseo cerrado Gran Chavín, son resultado de esta amarga experiencia.
Si realmente la culpa de los errores del gobierno regional de Ancash las tuviera el gobierno central y las normas de gestión pública como se pretende hacernos creer, por lógica todas las regiones del país hubieran alcanzado, entre enero y mayo del presente año, el mismo porcentaje de ejecución presupuestal que ha registrado Ancash, es decir el 11.2%. Sin embargo, en este mismo periodo dos de ellas han superado el 42% y la que ocupa el penúltimo lugar tiene el 17.2%. Frente a la contundencia de las cifras, la idea de buscar culpables ajenos es una excusa que no tiene razón de ser.
Se equivocan quienes creen que los culpables de los errores que comete el gobierno regional de Ancash están en Lima o en otra parte del país. Los culpables están dentro de su propio cuartel, en ese ejército de asesores, funcionarios y contratistas que rodean al gobernador regional. Aquellos que le pasan la franela y le marcan el paso. Es esa la misma élite de convenidos que, desde la época de los comandos, dominan el arte del reciclaje, adaptándose cómodamente al modus operandi de los gobernadores de turno.
El solo hecho que, después de año y medio de estar en el poder, la actual gestión regional no haya sido capaz de levantar las observaciones del expediente técnico del colegio Politécnico Nacional del Santa, lo dice todo. A ese ejército de mercenarios y aprovechados, el desarrollo regional es lo que menos interesa.
Es ahí justamente por donde debería empezar el cambio. Si el gobernador Koki Noriega desea que sus palabras concuerden con la realidad y que su gestión encuentre el rumbo correcto, lo primero que tiene que hacer es sacudirse de ese séquito de aprovechados. Ahí están los verdaderos culpables.