Opinión

¿Por qué desprecian la frágil estabilidad del país?

• Reflexiones sobre el momento político y las perspectivas

Por: Víctor Andrés Ponce (*)

A propósito de los balances y reflexiones sobre el mensaje presidencial de Fiestas Patrias de la presidente Boluarte, diversos analistas y diferentes aproximaciones han coincidido en enumerar todos los deméritos de la alocución presidencial. De alguna manera se gestó un consenso sobre las ausencias y vacíos de uno de los más largos y tediosos mensajes presidenciales de la historia republicana. Sin embargo, algo que nos parece inapropiado es desdeñar la frágil estabilidad que el Perú ha alcanzado luego del golpe fallido de Pedro Castillo.

Un terrible y grave error en el análisis puede ser despreciar esta precaria estabilidad a la que se ha llegado a pesar de los yerros del Ejecutivo y del Congreso, y pese a las altas desaprobaciones que se registran en las encuestas de estas entidades tutelares. ¿Por qué? Porque cuando los pueblos cometen el error de encumbrar al peor en el poder, generalmente, las sociedades y las economías son destruidas en medio de represiones brutales. Se puede mencionar como ejemplo a Hitler, Stalin y Mao, y estaríamos hablando de millones de muertes como consecuencia directa de sus encumbramientos en el poder. Igualmente se puede señalar, por ejemplo, la llegada al poder de Hugo Chávez, la causa de la peor tragedia humanitaria que ha padecido América Latina desde el siglo XX hasta la actualidad.

Cuando las sociedades eligen al peor, al menos preparado y con claros vínculos con los fundamentalismos, generalmente son destruidas. En el Perú, a pesar de todos los cuestionamientos electorales, una pequeña mayoría optó por Castillo. A las semanas de gobierno del profesor de Chota todos los clasemedieros que votaron por él estaban arrepentidos. Con el golpe de diciembre de 2022, toda la sociedad percibió la hondura de la amenaza totalitaria y todos imaginaron lo peor.

Sin embargo, por esas cosas extrañas que tiene el Perú, la violencia insurreccional fue detenida por la acción de las fuerzas armadas y la policía nacional (PNP). Desde ese entonces la ofensiva radical se bate en retirada, pese a decenas de intentos de volver a convertir a la calle en protagonista de los procesos constitucionales. Y, luego del monumental fraude contra la voluntad popular en Venezuela, igualmente, las izquierdas antisistema perderán gran margen de maniobra.

En esta precaria estabilidad lo más relevante es que, pese a todo el deterioro institucional, persiste el Estado de derecho. A pesar de las nocivas influencias de la minería ilegal en el Legislativo, la continuidad del Estado de derecho posibilita las rectificaciones. Y finalmente, si en el Perú sigue rigiendo la Constitución es porque este Congreso, tan vilipendiado por los sectores progresistas, se mantuvo firme en la defensa de la Constitución ante el golpe fallido del eje bolivariano.

Vale señalar que todos los proyectos bolivarianos que han triunfado en América Latina siempre han tenido de su lado a los legislativos, una situación que posibilitó constitucionalizar sus estrategias para perpetuarse en el poder a través de asambleas constituyentes. Así sucedió en Venezuela, en Bolivia, Ecuador, Nicaragua y otros países.

La frágil y precaria estabilidad alcanzada, pues, vale una nueva oportunidad para que el Perú se reconstruya con rapidez, siempre y cuando las alternativas de la centro derecha tengan la suficiente madurez para organizar una salida viable.

El Perú ha sido detenido, pero no destruido. Las columnas del modelo económico se mantienen, y de allí que una estabilidad precaria desencadene un rebote interesante de la economía sobre 5% en abril y mayo, que se reinicie un nuevo ciclo de inversiones mineras con el relanzamiento de Tía María, que se destraben proyectos hídricos que convertirán al Perú en una potencia agroexportadora del planeta y que se anuncie el reinicio de las inversiones en infraestructuras.

Quienes desdeñan la precaria estabilidad alcanzada, ¿acaso preferirían el adelanto general de elecciones antes que la sociedad y las instituciones procesen la devastación institucional y económica que dejó Castillo? ¿O acaso estarían cómodos con un país en permanente convulsión, con adelantos electorales semanales, tal como solía suceder en Bolivia y Ecuador, antes de la llegada de los gobiernos bolivarianos?

La política siempre es el arte de lo posible. Y luego de Castillo la frágil estabilidad parecería seguir confirmando, como reza el dicho popular, que Dios es peruano.