Opinión

La tormenta perfecta

– A siete días del fraude electoral en Venezuela

Por: Fernando Zambrano Ortiz 

Analista Político

Han transcurrido siete días desde las elecciones presidenciales en Venezuela, un evento que ha suscitado un torrente de críticas y cuestionamientos por parte de la comunidad internacional. Las sospechas de fraude y la falta de transparencia han marcado este proceso electoral, que ha sido calificado por muchos como una farsa.

María Corina Machado, líder opositora y defensora incansable de la democracia, junto al candidato Edmundo González Urrutia, ha denunciado múltiples irregularidades. A pesar de las amenazas y la represión, ha convocado a la ciudadanía a manifestarse pacíficamente en demanda de un recuento transparente de los votos. Sin embargo, el gobierno de Nicolás Maduro ha respondido con una brutal represión, resultando en más de 1,200 detenciones y al menos 17 asesinatos de ciudadanos que se han atrevido a alzar su voz por la libertad.

La preocupación se ha extendido más allá de las fronteras venezolanas. Países como Perú, Chile, Ecuador, Argentina, Panamá y Uruguay han alzado su voz, exigiendo a Venezuela que permita una verificación imparcial de los resultados electorales. Recientemente, Perú, Argentina y Estados Unidos han reconocido a González Urrutia como presidente electo, basándose en el 80% de las actas electorales que están en manos de la oposición.

El canciller peruano, González-Olaechea, ha sido contundente en su crítica a la falta de transparencia del Consejo Nacional Electoral de Venezuela. Ha señalado que ya no es necesario solicitar las actas electorales, ya que la oposición ha hecho públicas las evidencias en internet. Además, ha alertado sobre la posibilidad de adulteración de las actas, una preocupación que se ha visto alimentada por las declaraciones del propio Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional, quien ha admitido que es factible imprimir actas electorales falsas.

En medio de este caos, algunas voces han clamado por una intervención militar de Estados Unidos y otros países de la región como única solución para derrocar al régimen de Maduro y detener la ola de violencia que se ha desatado. Sin embargo, es poco probable que Estados Unidos opte por una intervención militar, ya que sus intereses en la región, particularmente en relación con el petróleo venezolano, son complejos y multifacéticos.

Por otro lado, la posibilidad de una intervención militar podría desatar una tormenta perfecta, conduciendo a un conflicto armado de mediana a alta intensidad que involucre a potencias como China y Rusia, que tienen inversiones significativas en la región. Este escenario no solo podría desestabilizar aún más a Venezuela, sino que también podría arrastrar a América Latina a una crisis de proporciones intercontinentales.

En resumen, una semana después de las elecciones, Venezuela se encuentra atrapada en una crisis política y social sin precedentes. Un gobierno que se aferra al poder a pesar de las abrumadoras denuncias de fraude y la presión internacional está llevando al país hacia un abismo.

La lucha por la democracia y la libertad no es solo un desafío para los venezolanos; es un problema que resuena en todo el continente, y es imperativo que la comunidad internacional actúe con determinación para apoyar a aquellos que claman por un futuro libre de tiranías; pero sin correr el riesgo de desatar una tormenta perfecta que arrastre a América Latina a una crisis de proporciones intercontinentales.