Opinión

Memorias del Hotel Ferrocarril y las apuestas de mi abuelo en Chimbote

Por: Fernando Zambrano Ortiz

El Hotel Ferrocarril, ubicado en Chimbote, perteneció a mi abuelo, Don Manuel Ortiz García, y fue testigo de una época dorada en la historia de la ciudad. Durante los años 50, este establecimiento acogía a los viajeros que llegaban en tren, así como a aquellos que no lograban encontrar alojamiento en el Hotel de Turistas. Según recuerdo de las conversaciones familiares, el terreno que albergaba al hotel, incluyendo el espacio donde hoy se encuentra el local del Partido Aprista, perteneció a mi abuelo.

Mi abuelo, un aprista convencido hasta el final de sus días, donó una parte del terreno para que se construyera la sede del partido político. Aunque nunca pude corroborar esta historia personalmente, la recuerdo con claridad en las conversaciones de mis abuelos y de otros apristas mayores que ya no están con nosotros.

Además del Hotel Ferrocarril, mi abuelo poseía varias propiedades en Chimbote. Durante la Segunda Guerra Mundial, se dedicó a adquirir chatarra, es decir, fierro en desuso, que luego vendía para ser exportado a Estados Unidos, país que requería grandes cantidades de material para la construcción de armamento.

En aquella época, mi abuelo y otros distinguidos personajes de Chimbote se reunían semanalmente en el Club Filarmónico para jugar al póker. En esos juegos, apostaban propiedades, y la entrega de lo ganado se hacía únicamente de manera verbal, pues se consideraban hombres de palabra. Los trámites legales eran algo secundario en esos tiempos.

Mi abuelo ganó y perdió varios terrenos en esos juegos de póker, pero mi parecer, al final de su vida, había ganado más de lo que había perdido en propiedades. Estas historias de apuestas y negocios de mi abuelo siempre me fascinaron, pues reflejan un espíritu emprendedor y una época en la que la confianza y la palabra eran más importantes que los papeles.

El Hotel Ferrocarril y las aventuras de mi abuelo en Chimbote son parte de mi herencia familiar y de la historia de la ciudad. Aunque ya no exista el hotel y muchos de los protagonistas de esas historias hayan partido, sus recuerdos permanecen vivos en mi memoria y en la de quienes tuvieron la oportunidad de conocerlos. Son relatos que nos recuerdan la importancia de la perseverancia, el espíritu empresarial y el valor de la palabra dada, incluso en los tiempos más difíciles.