Por: Víctor Andrés Ponce (*)
El Congreso no debe aprobar por insistencia la ley que posibilita el nombramiento automático de alrededor 80,000 docentes con tres años de contrato o más porque, de una u otra manera, estaría dinamitando la reforma meritocrática de la educación que –con marchas y contramarchas– se desarrolla en el país. Una reforma que ni siquiera el gobierno de Pedro Castillo pudo derribar, no obstante, los compromisos oficiales del Ejecutivo de entonces con el sindicato Fenatep, vinculado a las corrientes maoístas del Movadef.
Si el Congreso insistiera en la ley contra la meritocracia, la reforma docente comenzaría a derrumbarse porque, en la actualidad, cerca del 80% de los docentes del magisterio ya pertenece a la Carrera Pública Magisterial (CPM). Es decir, a la docencia en base a la meritocracia.
Al respecto es hora de comenzar a hablar con propiedad de lo que significa la reforma educativa del país. Sin esta transformación cualquier crecimiento, cualquier desarrollo, siempre tendrá límites insalvables. ¿A qué nos referimos? Por ejemplo, se podría consolidar el Estado de derecho y el sistema institucional e, igualmente, se podrían resolver todos los problemas de las infraestructuras de la sociedad. Sin embargo, el crecimiento y el desarrollo tendría límites insalvables porque la ausencia de una fuerza laboral educada, capacitada, capaz de innovar de cara a los mercados globales y la revolución digital sería la cordillera contra nuestras posibilidades.
El asunto de la educación de calidad en una sociedad se vuelve extremadamente dramático cuando se repara que a Occidente le costó más de dos siglos alcanzar el desarrollo, pasar por cuatro revoluciones industriales, porque desde el inicio careció de capital social; es decir, de una fuerza laboral innovadora. Sin embargo, los llamados tigres de Asia, liderados por Corea del Sur, alcanzaron el desarrollo en cuatro décadas, precisamente porque desarrollaron reformas educativas y del sistema de salud que les permitieron contar con un capital social de primer nivel. De esta manera abreviaron el aprendizaje del desarrollo occidental.
Gracias a estas reformas, por ejemplo, Corea del Sur, mientras avanzaba en la construcción de su Estado de derecho y resolvía los problemas de infraestructura de su sociedad, pudo entrar a competir en las grandes ligas de la tecnología mundial y hoy le disputa a cualquier país desarrollado.
La reforma de la educación, entonces, es definitoria para las posibilidades del desarrollo del país. Por todas estas razones resulta incomprensible que la mayoría de las bancadas de la centro derecha en el Legislativo, que enfrentaron con firmeza el golpe de Pedro Castillo y del eje bolivariano, hoy puedan apoyar la insistencia de una ley que pone en peligro un proceso de reforma de más de una década y media.
Una de las cosas más graves de esta norma en contra de la Carrera Pública Magisterial es que la mayoría de los 80,000 docentes que serían nombrados de manera automática, según Idel Vexler –ex ministro de Educación y reconocido educador– es aquella que desaprobó las evaluaciones y los concursos de méritos convocados desde el 2015 hasta la fecha.
La insistencia en esta norma contra la meritocracia sería una verdadera paradoja política. En Perú los demócratas y el Estado derecho derrotaron el golpe fallido de Castillo quien, entre sus principales objetivos, se proponía el fin de la meritocracia en el magisterio y el nombramiento automático de activistas y propagandistas del comunismo en vez de docentes calificados. Sin embargo, luego de la derrota de Castillo el Legislativo insistiría en concretar el programa magisterial del Movadef. ¡Incomprensible!
(*) Director de El Montonero (www.elmontonero.pe)