Por: Fernando Zambrano Ortiz
Analista Político
Hace unos días recibí por redes un interesante texto reseñando los estudios de Bonhoeffer, un destacado intelectual alemán que se opuso al nazismo y fue encarcelado por su resistencia. En el presente articulo me permito reseñar y comentar el mensaje y la tesis de Bonhoeffer, quien refirió que la estupidez no es solo una falta de inteligencia individual, sino un fenómeno sociológico contagioso.
La “estupidez colectiva” se manifiesta cuando las personas, incluso las más inteligentes, se dejan llevar por consignas y modas, ignorando la lógica y la razón. Este hechizo social puede llevar a la aceptación ciega de ideologías que, en su esencia, son destructivas. En el contexto actual, el progresismo de izquierda parece haber capturado a muchas mentes, promoviendo una agenda globalista que a menudo ignora las realidades económicas, sociales y culturales en favor de un idealismo utópico.
Las personas sumidas en la estupidez colectiva son impermeables a los argumentos racionales. Ignoran las advertencias sobre las consecuencias de sus acciones y se sienten orgullosas de su ignorancia.
Este fenómeno es particularmente peligroso en el ámbito político, donde el progresismo y el globalismo, con su retórica de justicia social y equidad, a menudo se convierte en un vehículo para la imposición de políticas que pueden resultar perjudiciales para la sociedad en su conjunto. La incapacidad de cuestionar estas ideologías puede llevar a la aceptación de regímenes autoritarios que, bajo la apariencia de progreso, restringen libertades y derechos fundamentales, atentando contra la democracia y el orden constitucional.
Pero la historia está llena de ejemplos donde la estupidez colectiva ha llevado a la tiranía. Regímenes como el castrismo en Cuba y el peronismo en Argentina son testigos de cómo la ideología puede nublar el juicio de un pueblo. Claro ejemplo de estupidez colectica lo tuvimos en Perú con Martín Vizcarra que, bajo el paraguas de una estupidez colectiva, generó un golpe de Estado al disolver inconstitucionalmente el Congreso de la República, y asumir el poder absoluto del país, convirtiéndose en dictador al mando de un gobierno totalitario.
En la actualidad, el ascenso de líderes populistas y movimientos de izquierda socialista en diversas naciones refleja una repetición de estos patrones. La desinformación y la polarización, exacerbadas por las redes sociales, han creado un caldo de cultivo para la propagación de ideas peligrosas que, aunque pueden parecer altruistas, a menudo conducen a la opresión y el control.
Siempre se subestima el número de estúpidos en circulación, lo que se traduce en una subestimación del peligro que representan las ideologías progresistas. Por otro lado, la probabilidad de ser estúpido es independiente de la educación o la riqueza, lo que indica que el pensamiento crítico no es exclusivo de las élites.
La teoría de la estupidez de Bonhoeffer no solo es un análisis de la historia, sino una advertencia para el futuro. En un mundo donde el pensamiento crítico es cada vez más escaso, es fundamental cuestionar las narrativas dominantes y resistir la conformidad ciega. La lucha contra la estupidez colectiva es, en última instancia, una defensa de la libertad y la razón. Si no se actúa, corremos el riesgo de repetir los errores del pasado, permitiendo que la ignorancia e ideologías retrógradas con agendas contra natura prevalezcan sobre la verdad y la justicia.