Opinión

Cuando muerdes la mano que te dio de comer

POR: FERNANDO VALDIVIA CORREA

François-Marie Arouet, conocido como Voltaire, dijo alguna vez que “El que revela el secreto de otros, pasa por traidor; mientras que el que revela el propio secreto pasa por imbécil”. Esta frase calza a la perfección con lo ocurrido en días recientes con Marita Barreto, otrora Coordinadora del Equipo Especial de Fiscales contra la Corrupción en el Poder (Eficcop), al haber compartido información confidencial con el periodista Carlos Paredes en una investigación que involucraba al Congresista Guillermo Bermejo. De inmediato, la Fiscal Suprema, Delia Espinoza, le abrió indagación preliminar por el presunto delito de revelación indebida de identidad. Haciendo eco de esta denuncia, la Autoridad Nacional de Control decidió suspenderla de sus funciones por el plazo de 6 meses. En su defensa, hecha pública a través de un comunicado, la envalentonada titular de la acción penal negó las imputaciones, adelantando que apelará la medida que la inhabilita provisionalmente.

Este caso, que actualmente retumba como el más emblemático, no es el único. E ahí a José Domingo Pérez, excluido hace poco más de un mes del megajuicio denominado “cócteles”, que involucra, entre otros, a la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori; ello, a propósito de una sentencia del Tribunal Constitucional que resolvió que Pérez Gómez promovió una pesquisa cuando él mismo era agraviado; es decir, literalmente fue “juez y parte”. Aunado a ello, afronta una investigación por presunto desbalance patrimonial de S/ 131 mil en el periodo 2018-2023.

Y finalmente, Harvey Colchado. Desluciendo el sagrado uniforme policial, fue durante años Jefe de la temible DIVIAC. Hoy, sin desmerecer la función que le toca desempeñar, cuida puentes, aunque no sabemos si lo hace para evitar que estos se caigan, o quizá para ayudar a algún necesitado a cruzar la calle.

Estos reprochables personajes, fueron en su momento -y durante buen tiempo- aupados por la maquinaria caviar, cumpliendo temerariamente la tarea de perseguir -y hasta de encarcelar- a adversarios políticos del régimen de turno (entiéndase Martín Vizcarra, Francisco Sagasti y Pedro Castillo). Asimismo, todos ellos comparten tristemente un demérito: ¡Quebraron el deber de lealtad!; o mejor dicho, mordieron la mano que les dio de comer.

La primera, al ser promovida por la entonces Fiscal de la Nación, Patricia Benavides, a cargo de la Eficcop, para que al poco tiempo no solo le dé la espalda, sino además despotrique en contra de ella. Igual suerte corrió el segundo de los nombrados, blasfemando de su entonces Jefe, Pedro Gonzalo Chávarry, a pesar que éste literalmente lo “revivió” a inicio del 2019, al reponerlo en el puesto. Y por último, no menos importante, Harvey, al haber ingresado violentamente (con comba en mano) al domicilio de la mandataria, constituyendo un ilegal allanamiento de morada.

No ha pasado mucho tiempo, y hoy el peso de la ley está encima de ellos, por haber cometido, cuando menos faltas disciplinarias graves, amén de presuntos ilícitos penales. Todo, en el magro desempeño funcional.