Patrulleros y patrullaje:
La alarmante ola de delincuencia organizada y de inseguridad ciudadana que azota al país, no es ajena en Chimbote y Nuevo Chimbote. Lejos de dar la mas mínima señal de retroceso, las redes criminales locales que actúan en estrecha complicidad con organizaciones criminales que operan a nivel nacional, han intensificado su temible accionar y, desafiando la acción de la policía y la mano de la justicia, lo hacen haciendo gala de la misma temeridad y semejante crueldad.
Recientemente, eso lo hemos podido ver en toda su magnitud con el secuestro y tortura de un empresario ferretero de Sihuas, a quien mantuvieron cautivo en una vivienda del centro poblado de Vinzos, habiendo llegado al salvajismo de amputarle la falange de sus dedos para exigir a sus familiares el pago de un millonario rescate.
Casi en paralelo se produjo el atentado contra un empresario minero que venía de Chiclayo con destino a Chimbote, quien tuvo que repeler a balazos a un grupo de delincuentes que intentó asaltarlo a la altura del túnel de Coishco. Y cuando nos encontrábamos escribiendo estas líneas, llegó a nuestra redacción la terrible noticia del asesinato a sangre fría de dos adolescentes, ambos de dieciséis años, quienes al parecer fueron víctimas de un típico ajuste de cuentas.
En el marco de este clima de inseguridad y criminalidad organizada no se puede dejar de mencionar el acecho proveniente de mafias que se dedican al tráfico de tierras en Chimbote y Nuevo Chimbote. Son estas organizaciones las que promueven la invasión de tierras de propiedad del estado para lucrar con ellas y beneficiarse con la necesidad de las familias que caen en sus redes. Aparte de la venta de lotes, esteras y otros materiales, estas mafias tienen la osadía de exigir mensualmente el pago por concepto de seguridad, guardianía, abastecimiento de agua y trámites de titulación. Extrañamente, ninguno de los cabecillas que dirigen estas mafias y que son ampliamente conocidos, se encuentra siquiera investigado.
Otra de las aristas agudas de esta atmósfera ya insoportable de peligrosidad, es el cobro de los préstamos gota a gota y la exigencia de cupos que tienen que pagar puntualmente los dueños de bodegas y vehículos de transporte público. Ni qué decir de los empresarios que son asaltados en plena vía pública luego de retirar fuertes sumas de dinero de los bancos.
No se puede negar que el avance de la criminalidad y la delincuencia, se debe en gran parte a las limitaciones de las que adolecen la Policía Nacional y el servicio de serenazgo. Como lo ha dado a conocer el Diario de Chimbote, una muestra patética de estas limitaciones es lo que sucede en la comisaría de Villa María. Hace mucho tiempo que ninguno de sus patrulleros está operativo y lo mismo sucede con las comisarías de Santa, Coishco y otros centros poblados de la provincia del Santa. Así, es imposible que se pueda ganar la batalla contra la delincuencia.
Ha sido precisamente en la zona de Las Brisas, vecina a Villa María, donde hace unos días el personal policial, de serenazgo y de la ronda vecinal, se han visto en la necesidad de realizar un patrullaje a pie para hacer notar su presencia y prevenir acciones de inseguridad. Eso es loable, pero no suficiente. La delincuencia no conoce de valores.
La noticia que en todo caso ha causado natural expectativa, es el anuncio hecho por gobierno regional de Ancash con la compra de cien patrulleros que serán presentados el próximo 6 de diciembre y que serán distribuidos en todas las comisarías de la región. Eso ya cambia la cosa.
Sin embargo, aún está en nuestra memoria el cruel asesinato de una vecina de la urbanización Buenos Aires, perpetrado a plena luz del día y a escasos metros de un local policial, y el de una misionera italiana asesinada en su propio local parroquial. Todos recordamos que el día del crimen, miembros de la Policía Nacional y del Serenazgo salieron a patrullar las calles como raramente suelen hacerlo, pero dos días después volvió el ausentismo. Esperemos por eso que el patrullaje y los patrulleros no sean flor de un solo día.