Editorial

…el síndrome de Toledo

Chimbote y…

Cosas de la vida. Es posible que ninguna otra ciudad del país como Chimbote,  se haya mantenido tan atenta a la sentencia  de veinte años de prisión dictada contra el ex presidente Alejandro Toledo. Ni siquiera el distrito de Ferrer de la provincia del Pallasca, que lo vio nacer  hace 78 años. Y es que, quiérase o no, entre el ex mandatario y el primer puerto pesquero del Perú, existe un fuerte lazo de identificación; un vínculo que  se remonta a comienzos de la década de 1950 cuando la numerosa familia Toledo Manrique arribó a Chimbote para establecerse definitivamente en el barrio San Isidro.

Ha sido aquí donde el futuro presidente realizó sus estudios de primaria y secundaria, llegando a integrar la promoción 1965 del colegio nacional San Pedro. Fue justamente a finales de ese año cuando el alumno Alejandro Toledo obtuvo la beca de Rotary International para estudiar la carrera de economía en la prestigiosa universidad de Harvard. Todo lo sucedido  luego de culminada su carrera, ya es historia conocida.

Su ingreso a la política, no pudo ser más auspicioso. Sus contínuos viajes a Perú para participar en CADE y ofrecer conferencias, varias de ellas en Chimbote, le permitieron ganarse un espacio propio. Y no era para menos. Bajo el mando de Alberto Fujimori  y su asesor Vladimiro Montesinos, el Perú pasó en menos de una década del trauma del terrorismo a la institucionalización de la corrupción.

A partir del año 2000, superada la etapa traumática del  fujimontesinismo,  el Perú clamaba a gritos el inicio de un cambio sustancial. Era evidente, que el país ya no quería saber absolutamente  nada con el pasado reciente  y menos con la clase política imperante. Todo el Perú anhelaba el surgimiento de nuevos líderes y, con ellos, una nueva visión de país.

Ha sido en ese momento de desesperación cuando los ojos del país voltearon la mirada hacia la figura de Alejandro Toledo, el  “cholo sagrado” que fue capaz de convocar la Marcha de los 4 Suyos que lo catapultó a los niveles más altos del escenario  político nacional. En las elecciones del 2001, Toledo terminó por imponerse en segunda vuelta a su rival Alan García Pérez.

Lo que vino a continuación también es historia conocida. Una vez en el poder, Alejando Toledo no solamente se rodeó de los mercenarios políticos y de los operadores de contrataciones con el estado que venían de participar en gobiernos anteriores y recientes. También se olvidó por completo de sus promesas de campaña y, aparte de su ahora demostrada adicción a la corrupción, ha pasado a la historia por casos como la hora Cabana y el avión parrandero.

En lo que a Chimbote respecta, es innegable que Toledo ha dejado un recuerdo de ingratitud para la posteridad.  Mientras estuvo en la cima del poder y sin necesidad  llegar a incurrir en favoritismo alguno, Alejando Toledo tuvo todo en sus manos para impulsar la ejecución del Proyecto Chinecas y la modernización del Terminal Portuario. Pero ahora vemos que nada de esto le interesó.  Para él, la construcción de la carretera Interoceánica fue mucho más atractiva.

Por todo lo que se ha podido  conocer a través de los medios de prensa,  la sentencia dictada contra el ex mandatario,  es inobjetable.  El hecho mismo que el gobierno de los Estados Unidos dispusiera su extradición a Perú, deja en claro ante el mundo que las pruebas de corrupción presentadas en su contra, han sido escrupulosamente comprobadas. La entrega a Toledo de una coima de 30 millones de dólares por parte de la empresa brasileña Odebrecht, a cambio de otorgar la buena pro de la carretera Interoceánica,  es algo que ya no deja lugar a dudas.

Para la imagen del Perú esto es  humillante. Después de Alberto Fujimori, Alejandro Toledo resulta ser el segundo ex presidente de la república en recibir una sentencia condenatoria. Y eso no es todo. Hay otros tres ex mandatarios que se encuentran a la espera de correr la misma suerte. Tenemos síndrome de Toledo para rato.