La verdad de Ancash:
Muy cierto: lo que mal comienza, mal avanza. Hace veintiún años, el 1° de enero del 2003, asumió sus funciones el primer presidente del gobierno regional de Ancash elegido por voto popular, el compañero aprista Freddy Alberto Ghilardi Álvarez. Pero apenas diez meses después, antes de alcanzar su primer año de gestión, Freddy Ghilardi fue vacado del cargo por exceso de faltas injustificadas. Posteriormente terminaría en prisión luego que el Poder Judicial lo sentenciara por una serie de irregularidades cometidas en su corta gestión.
Hoy, a veintiún años de aquella ingrata experiencia y cuando el mal comienzo del gobierno regional de Ancash debería ser cosa del pasado, estamos viendo -cada vez con mayor preocupación y alarma- que los vicios de la mala gestión regional no solo continúan. Conforme han pasado los años, éstos han alcanzado límites de escándalo y se han acentuado a tal extremo que ya es imposible que el gobierno regional pretenda siquiera desmentirlos. Y eso ya es motivo más que suficiente para exigir un ¡hasta aquí nomás!.
Lo sucedido con los sucesores de Ghilardi, entre ellos César Álvarez Aguilar, Waldo Ríos Salcedo, Enrique Vargas Barrenechea y Juan Carlos Morillo Ulloa, es la mejor prueba de cómo la corrupción se ha empoderado al interior del gobierno regional de Ancash y hasta qué punto este mal endémico ha sido capaz de frustrar las aspiraciones de desarrollo del pueblo ancashino.
Como resultado de esta frustración y observando detenidamente estos veintiún años de gestión, la pregunta inevitable es ¿qué proyectos de envergadura y qué obras de impacto ha ejecutado el gobierno regional de Ancash?. Todos tenemos la respuesta a flor de labios: ¡ninguna!. A pesar del millonario presupuesto que el gobierno central pone en sus manos cada año, y muy aparte a parte del canon minero, por segundo años consecutivo Ancash ocupa el último lugar de ejecución presupuestal pero, eso sí, se mantiene inamovible en el primer lugar de corrupción.
No solamente es el hecho que el título de gobernador le quede demasiado grande a quienes han sido elegidos para desempeñar este cargo. Lo grave del asunto es la incapacidad de gestión y la falta de honestidad de la que adolecen estos personajes, que los convierte en presa fácil y luego convivientes de la seductora corrupción.
La amenaza que acaba de recibir el gerente de Chinecas para que no anule dos contratos de servicio “que ya tiene dueño”, no es más que punta del iceberg. Cosas como esa, suceden a diario en todas las dependencias del gobierno regional donde no solamente se aprueban expedientes técnicos mal elaborados. Antes de convocar la licitación de una obra o la contratación de un servicio, ya se sabe qué empresa o qué consorcio es el “dueño” de la buena pro. Lo que importa es la firma del contrato y el otorgamiento del adelanto. Que la obra se ejecute mal o quede paralizada, es lo que menos interesa.
Si esta situación ha logrado mantenerse en los dos primeros años que ya va a cumplir la actual gestión, es lógico que nos preguntemos ¿qué sucederá en los dos años que aún quedan por delante?. Lo más probable es que Ancash continúa en el fondo del abismo, donde permanece hace más de 20 años. Solo un milagro podría evitarlo.