Editorial

Chimbote pone el pare a atropello en la Isla Blanca

Patrimonio natural es intangible:

Al pan, pan… y al vino, vino. En un oficio dirigido a la Dirección General de Capitanías de la Marina de Guerra del Perú, el alcalde de la municipalidad provincial del Santa, Luis Gamarra Alor, ha hecho escuchar su voz de protesta y en nombre del pueblo de Chimbote ha solicitado se paralice la construcción de ambientes de material precario en la playa Las Conchuelas de la isla Blanca, que se vienen ejecutando en forma improvisada y sin contar con la autorización de los organismos locales correspondientes.

Por absurdo que pudiera parecer, la construcción de estas instalaciones, que datan del año 2023 y cuya finalidad exacta se desconoce, se viene realizando ¡sin el respaldo de un estudio de impacto ambiental!, tal y conforme sucedió con la  desventurada  instalación de las primeras fábricas de harina y conserva de pescado. Inevitablemente, este hecho conlleva  a presumir la expansión del efecto  polución, un mal pernicioso que Chimbote lo padece desde hace muchos años. Al hallarse fuera de todo control, como amenaza suceder, la polución  va a impactar negativamente contra la salud del medio ambiente y contra la intangibilidad de un recurso natural que está considerado  patrimonio paisajístico de Chimbote. ¿Quieren que la playa Las Conchuelas corra la misma suerte que sufrió la playa del Malecón Grau?.

Por su parte el Consejo de Decanos de Colegios Profesionales de Chimbote, que agrupa a más de veinte instituciones deontológicas,  no solamente se ha sumado a las voces de protesta. Escarbando el trasfondo del asunto, el Consejo de Decanos ha develado un hecho  que pone de manifiesto  la preeminencia de un típico un conflicto de intereses. Se ha constatado que la representante legal de la empresa que está levantando estas construcciones ilegales, tiene  un hermano que labora en la Capitanía de Puerto de Chimbote; es decir, todo queda en familia.  Ventajas y aprovechamientos de esta naturaleza son hartamente conocidas en estas arenas.

Eso explicaría la facilidad con la que la empresa beneficiada ha podido obtener en Lima dos resoluciones a su favor, una del MINCETUR y otra de la DICAPI,  sin haberse consultado la opinión técnica y consensuada de las instituciones locales. La voz de Chimbote no ha sido tenida en cuenta para nada y eso es algo que no se puede dar por aceptado. Si en todo el país existe una ciudad  que es la más afectada por la improvisación gubernamental y el consecuente daño ambiental, esa ciudad es Chimbote. Más intolerancia ya no se puede aceptar.

El hecho que la isla Blanca posee todas las condiciones para convertirse en uno de los  atractivos turísticos más importantes del país y de esta parte de Sudamérica, no se discute.  Por el contrario, todos estamos de acuerdo con esa propuesta. Pero hacer realidad este planteamiento requiere de un estudio de factibilidad  y la aprobación de un proyecto turístico cuya ejecución se complemente, y no se contraponga, con el entorno natural, ambiental y paisajístico. La improvisación, el ventajismo y el abuso de autoridad ya le ha hecho demasiado daño a Chimbote. Es hora de poner el pare a tanto  abuso.