Inseguridad ciudadana:
Como parte de su estrategia encaminada a lograr una mejor y mayor cobertura del servicio que presta a la comunidad, el Comité Provincial de Seguridad Ciudadana del Santa, COPROSEC, promovió la firma del convenio denominada Serenazgo Sin Fronteras; un acuerdo interinstitucional que suprime los límites fronterizos que existe entre los ocho distritos de la provincia. La finalidad es permitir, por ejemplo, que en casos de patrullaje y persecuciones, un sereno de Santa pueda actuar en Coishco y viceversa, con todas las garantías del caso. Pues ante una delincuencia que avanza a pasos agigantados y que actúa sin piedad y sin límites ¿por qué tenemos que poner fronteras al servicio de serenazgo?.
Resulta sorprendente sin embargo, por decir lo menos, que de las ocho municipalidades distritales que conforman la provincia del Santa, dos de ellas -Nuevo Chimbote y Nepeña- no han firmado este estratégico convenio a pesar del reiterado pedido formulado por COPROSEC. Eso quiere decir que, pase lo que pase, ningún sereno de los seis distritos que si han firmado el convenio, puede actuar en defensa de la seguridad ciudadana en terrenos de Nuevo Chimbote y Nepeña, donde los índices de inseguridad son los mismos.
Más allá de cualquier barrera jurisdiccional o geográfica, consideramos que la autoexclusión de Nuevo Chimbote y Nepeña por más de un motivo conspira de manera frontal contra el principio de unidad y cohesión que exige la lucha contra todas las formas de delincuencia y criminalidad.
En la reciente reunión del viernes pasado, el alcalde provincial y presidente del COPROSEC, Luis Gamarra Alor, y la secretaria técnica de este grupo de trabajo, Rocío Ramos, han vuelto a invocar a las autoridades de ambos distritos para que suscriban el convenio Serenazgo Sin Fronteras y se conforme una sola fuerza a favor de la seguridad ciudadana. Por todo lo que se viene observando en los últimos días, ningún distrito de la provincia del Santa podría considerarse en condiciones de poder enfrentar y derrotar a la delincuencia por sí solo.
La experiencia nos dice que la lucha contra la delincuencia es una guerra sin cuartel y sin convencionalismos; un enfrentamiento cotidiano y sin tregua contra un enemigo que nunca da la cara y que actúa a traición, frente al cual nadie puede darse el lujo de considerarse autosuficiente. Todos necesitamos darnos la mano.
Ante la ola de inseguridad, la ciudadanía en su conjunto está viviendo una sicosis colectiva, una sensación de miedo generalizado que acecha día y noche y que le impide desarrollar sus actividades cotidianas con la tranquilidad de otros tiempos. Nadie sabe en qué momento puede ser víctima de este enemigo común.
Ante una delincuencia que actúa sin piedad y sin límites, es absurdo que se ponga fronteras a la lucha contra ella.