Que el papa Francisco aparezca en las redes sociales bailando rap semidesnudo, ya no es motivo de escándalo para nadie, ni siquiera para el más enconado de sus detractores. Esa laya de infundios que atosigan al mundo las veinticuatro horas del día, ya no perdonan nada ni a nadie. Destapes “recién descubiertos” sobre la vida intima de políticos, empresarios, futbolistas y personalidades mundiales, son colgados en la red sin el menor escrúpulo ni compasión alguna. Nadie se salva de este nuevo diluvio universal.
Con excepción de los siglos transcurridos y salvo la velocidad y la cobertura de la que ahora disfrutan, en el fondo las redes sociales en nada se diferencian con los panfletos y pasquines de la edad media; aquel recurso cobarde y perverso que, valiéndose del anonimato, se utilizaba para dañar la dignidad y el honor de las personas. Desde este inevitable punto de comparación, la severidad de la historia nos dice que el concepto de modernidad resulta ser un verdadero disparate.
El mal uso de las redes sociales ha hecho de la libertad de expresión el reino de la falsedad, el imperio de la infamia. Ninguno de sus “destapes” goza de credibilidad. De lejos se advierte que detrás de ellos lo único que existe es un apetito insaciable de destrucción, empezando por el aniquilamiento de valores. Aún así, todo aquel que quiere echar barro a quien considera su enemigo y que no tiene el coraje de hacerlo directamente, acude a las redes sociales por ser ahora el medio más efectivo para descargar odios y sentimientos subalternos. Y aquí sí vale aquel viejo proverbio que dice miente, miente, que algo queda.
Hemos acudido a este recordaris a raíz de los trabajos de remodelación que se vienen realizando en la plaza Mayor de Nuevo Chimbote, una obra de impacto que por más de una razón está por ahora en el centro de la noticia. Como se ha podido comprobar, la falta de una información oficial, coherente y oportuna, ha sido aprovechada no solo un vecino de la zona quien ha presentado una denuncia ante el Ministerio Público, sino también por las redes sociales que se han en cargado de echar más leña al fuego.
Luego del apersonamiento de un fiscal ante las oficinas de la municipalidad distrital en busca de una mayor información sobre la obra, y de acuerdo con un “destape” que circuló insistentemente, se ha hecho creer a la población que el mármol de este espacio público se estaba retirando para ser reemplazado por adoquines de cemento. Y para darle una mayor dosis de credibilidad a la noticia, se trajo a la memoria lo que sucedió hace tres años con el bulevar Isla Blanca de Chimbote. Como no podía ser de otra manera, los vecinos pegaron el grito al cielo.
En una visita realizada hace dos días con la presencia de los dirigentes de las seis urbanizaciones que colindan con la Plaza Mayor, funcionarios de la municipalidad distrital de Nuevo Chimbote, dejaron las cosas en claro. Todo lo que se dijo en las redes sociales era completamente falso. Lo que se está haciendo es reemplazar el mármol deteriorado por un mármol nuevo. Algo que era urgente y necesario dejar en claro.
Lo que en todo caso se ha debido observar, es que esta información se debió proporcionar a la población antes y no después de iniciarse los trabajos. No en vano, una de las normas de toda obra pública tiene como punto de partida la consulta y aprobación ciudadana. La conectividad de un gobierno local con la población beneficiada, es una nutriente que necesita estar presente en todo momento y no solo a la hora de colocar una primera piedra o de inaugurar una obra, cuando ya no hay derecho a reclamo. Los psicosociales no perdonan nada.