Opinión

“Chimbote, una ciudad atrapada entre la apatía y el ego cultural”

Por: Mag. Miguel Koo Vargas

Doctorando en  Comunicación, Periodismo y Medios Digitales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

En cada esquina de nuestro puerto resuenan ecos de un pasado que merece ser contado, y sin embargo, la pregunta persiste año tras año: ¿por qué no tenemos un museo que resguarde y comparta nuestra identidad cultural?

La respuesta, lamentablemente, está lejos de ser simple. No es solo una cuestión de presupuesto, aunque este sea un obstáculo permanente. Tampoco se trata exclusivamente de la falta de visiones claras en las autoridades locales. El verdadero problema radica en un círculo vicioso de desorganización, falta de liderazgo y una preocupante apatía colectiva.

En Chimbote, quienes deberían liderar el resurgimiento cultural (los gremios culturales), se encuentran fragmentados. Carecen de una estructura organizativa que les permita unir fuerzas y exigir, como un bloque, la atención que se demanda. A menudo, las iniciativas individuales se ahogan con el tiempo, y los pocos esfuerzos colectivos carecen de continuidad.

Esta desarticulación también impide que los gremios tengan peso político o capacidad de incidencia. Sin una voz fuerte que abogue por la cultura, los proyectos culturales no logran escalar en la lista de prioridades del gobierno local, quedando relegados frente a problemas sociales y económicos más inmediatos. Pero, ¿a caso la cultura no es también una solución a largo plazo para muchos de esos problemas?

Otro factor crítico es la falta de liderazgo. En conversaciones informales por la calle o en foros virtuales, muchas personas señalan que un mesías cultural podría asumir ese liderazgo ausente, pero a la hora de la verdad, nadie da el paso al frente. O peor aún, las críticas de los “opinólogos” erosionan la confianza y la seguridad de quienes intentan liderar. Esta actitud de “que lo haga otro” es frecuente en el chimbotano que tira la piedra y esconde la mano.

Por otro lado, nos encontramos con diferentes personajes que se autoproclaman y se autoperciben abanderados de la cultura, pero que utilizan la cultura como un vehículo para figuretear o como un trampolín político. Este tipo de oportunismo no solo deslegitima los esfuerzos culturales, sino que también alimenta el escepticismo de la población hacia las iniciativas culturales.

¿Por qué sucede esto? Tal vez porque no hemos entendido que la cultura es una inversión en nuestra identidad, en nuestra historia y en nuestro futuro. Cuando priorizamos la cultura, estamos fortaleciendo nuestra cohesión social, generando oportunidades económicas y construyendo un legado para las generaciones venideras.

El primer paso para romper este ciclo es fomentar un liderazgo colectivo. Se necesita una institución organizada que incluya representantes de todos los gremios, con roles claros y objetivos comunes. Con peso político y capacidad de articulación con la academia y el sector privado. En lugar de esperar a que una sola persona lo haga todo, se deberían repartir responsabilidades y sumar esfuerzos, así como existe en Lima la CONFIEP con un peso importante en los niveles públicos, privados y académicos.

Es momento de dejar de lado las “reuniones culturales a puertas cerradas” y las comiditas entre personajes que se premian mutuamente en algo que he denominado como la “argolla cultural” de siempre y empezar a trabajar de verdad con una agenda concreta que priorice el impacto cultural real. Solo así lograremos avanzar hacia un futuro donde la cultura sea el eje de transformación que tanto necesita Chimbote.

Además, debemos empezar con pequeñas victorias. Proyectos de bajo costo, pero alto impacto, como explorar la inversión publicitaria digital que es inexistente en la Región o desarrollar jornadas de alto impacto cultural que puedan generar entusiasmo y demostrar que el cambio es posible. Estas actividades también pueden servir como plataformas para unir a la comunidad y dar visibilidad a nuestras necesidades culturales.

Otro elemento crucial es la participación ciudadana. Es vital sensibilizar a la población sobre la importancia de la cultura para el desarrollo de la ciudad. Campañas educativas y eventos participativos pueden ayudar a cambiar la percepción de la cultura como algo accesorio y posicionarla como una prioridad.

Finalmente, las autoridades locales deben comprometerse seriamente con la cultura. La creación de un consejo cultural municipal, con presupuesto propio y representación activa de los gremios, podría ser un punto de partida para impulsar proyectos de mayor envergadura, como el tan ansiado museo de Chimbote.

Chimbote tiene todo para ser una ciudad culturalmente PROTAGONISTA: historia, talento y una comunidad que, aunque adormecida, tiene el potencial de despertar. Pero este cambio no sucederá solo. Requiere líderes valientes, ciudadanos comprometidos y autoridades visionarias.

Es hora de dejar de preguntar por qué no lo hace otro y empezar a preguntarnos qué podemos hacer nosotros. Porque si no tomamos acción ahora, corremos el riesgo de perder algo mucho más valioso que un museo: nuestra identidad.