Editorial

Reconciliación anunciada

Premier-Presidente ANGR:

No cabe la menor duda que una de las rivalidades políticas  más  ruidosas y más encarnizadas que han tenido lugar en el país,  es la que protagonizaron el ex mandatario Manuel A. Odría Amoretti y el líder del partido aprista Víctor Raúl Haya de la Torre. Gran parte  de la década de 1940 y durante toda la década de 1950, ambos rivales  mantuvieron un enfrentamiento radical y sin tregua. A través de la radio, la prensa y la naciente televisión, se dijeron de todo, llegando incluso a intercambiar insultos de callejón. Odría lo hizo al frente de su partido la Unión Nacional  Odriísta y Haya de la Torre habría de hacerlo a la cabeza del Partido Aprista Peruano, PAP.

Aún con todo,  para sorpresa de todo los peruanos, con las elecciones general de 1963, esta rivalidad se convirtió en una estrecha convivencia, con fuertes estrechones de mano y fotos para la prensa. ¿Qué había sucedido?.  La correlación de fuerzas de esa época, dominada por estas dos agrupaciones políticas, favorecía a un outsider,  el joven arquitecto Fernando Belaunde Terry.  Entonces, la única manera de contrarrestar ese favoritismo y obtener un buen resultado en las ánforas no podía ser otra que la formación de alianzas políticas, así sea entre perro, pericote y gato.

Es así como surge en el escenario político la famosa alianza llamada Colación Apro-UNO, también conocida como la convivencia. Contra todo pronóstico, la alianza entre apristas y odriístas,  logró una significativa mayoría en el parlamento nacional. Desde ahí la coalición Apro-UNO,  consiguió poner al ejecutivo contra la pared mediante la censura sistemática y antojadiza  de ministros y, también por supuesto, mediante la negociación de  concesiones e intercambio de favores políticos, exactamente igual como vemos hoy en  día.

Por consiguiente, no tiene porqué sacarnos de esta histórica rutina el fugaz enfrentamiento que han sostenido el flamante presidente de la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales, Fabián Koki Noriega, y el titular de la Presidencia del Consejo de Ministros, Gustavo Adrianzén. El abrazo de reconciliación que se apuraron a  compartir sonrientes en la ceremonia de inauguración del nuevo  Hospital de Yungay, en menos de 48 horas de bronca, es el resultado de una reconciliación anunciada que en cualquier momento iba a producirse.

El incidente sin embargo, por muy breve que haya sido, no deja de ser un bochornoso percance que dice mucho de la inmadurez y la improvisación política que parece dominar la actitud  del gobernador regional y, lógicamente también, de la gran mayoría de los personajes que integran el poder ejecutivo. ¿Qué necesidad hubo de intercambiar adjetivos calificativos fuera de todo contexto, de los que minutos después ambos habrían de arrepentirse?.

Desde estas líneas deseamos que esta falta de madurez de dos personajes de alta connotación política, no vuelva a repetirse. Los dos años que vienen por delante van a ser cruciales para  que el país y sus veinticuatro regiones  se sacudan de todos sus problemas y se pongan a trabar de verdad en lugar de pensar en alianzas políticas.