Antiguo grifo ubicado en la avenidas Buenos Aires donde la población se abastecia de agua.
El 6 de diciembre de 1906 cuando se instaló su primer concejo distrital, los chimbotanos de la época ya tenían conocimiento de la primera obra que se iba a ejecutar: el emparejado de la calle principal que a partir de ese día empezó a llamarse avenida Pardo; ello en reconocimiento al presidente de la República Don José Pardo y Barreda quien promulgó la ley 417 que crea el distrito de Chimbote.
Lampa en mano y con un entusiasmo colectivo nunca antes experimentado, los antiguos chimbotanos emparejaron no solamente las siete cuadras de la avenida sino también el terraplén destinado a la Plaza de Armas en cuyo perímetro se construyó las primeras veredas de la ciudad.
Por entonces, la población del flamante distrito no sobrepasaba los tres mil habitantes. Casi la totalidad de las viviendas eran que quincha revestidas con barro y solo unas cuantas eran de madera, algunas incluso con fino acabado. Estas últimas se ubicaban en torno a la plaza de armas, plaza 28 de julio asi como en las avenidas Pardo y Bolognesi. En ellas funcionaban las principales oficinas públicas, establecimientos comerciales y agencias de aduana.
El abastecimiento de agua se hacía a través de pozos artesianos instalados en las propias viviendas y también gracias a una tubería que traía el líquido elemento a granel desde la zona de Cambio Puente hasta la tercera cuadra de la avenida José Gálvez.
Como la mayoría de puertos, Chimbote estaba unido al resto del país por vía marítima. Vapores de carga y pasajeros acoderaban diariamente en el muelle de madera instalado frente a la plaza 28 de julio. La conexión con los pueblos de la sierra era a través de acémilas.
La ciudad se reducía al damero trazado por Enrique Meiggs, cuyos límites eran el jirón Guillermo More, el malecón Grau, la avenida Gálvez y el jirón José Olaya. Hacia el este se hallaba la zona agrícola de La Campiña y hacia el sur se extendían interminables arenales.
Las principales actividades eran la pesca y la agricultura. Sin necesidad de salir fuera de la bahía y a bordo de frágiles caballitos de totora, intrépidos pescadores capturaban enormes robalos, corvinas y cojinobas que hacían las delicias de la población. En el valle de Santa funcionaban los ingenios de Tambo Real, La Huaca, Vinzos y Rinconada que producían azúcar, alcohol y toda una gama de productos lácteos.
Para solazarse durante los meses de verano, la población disfrutaba de uno de los mejores encantos que nos regaló la mano de Dios aunque ahora solo existe en amarillentas fotos del recuerdo: la incomparable playa de Chimbote, ahora destruida por la mano del hombre.