Ante la presencia de la epidemia del nuevo virus, y dado el desconocimiento profundo de sus características, más la alarma social que podría producir su presencia en la población, las autoridades de la Organización Mundial de la Salud (OMS) efectuaron una serie de recomendaciones bastante limitadas, consistentes en potenciar unas medidas de higiene personal que estuvieran al alcance de los habitantes de las zonas afectadas, que consistían en lavados intensos de manos con agua y jabón de una duración mínima de 20 segundos, más cubrirse con un pañuelo o la manga del antebrazo al toser o estornudar para protegerse, en el primer caso, de una contaminación propia , y en el segundo, de contagiar a los demás. Más adelante y con bastante retraso en declarar la epidemia como pandemia, o sea una epidemia generalizada que abarcaba varios continentes, ampliaron su recomendación de higiene, pretendiendo explicar que la utilización de mascarillas, respiradores o tapabocas no estaban recomendados para la utilización de la población por el peligro que podría suponer la posible contaminación que podía acarrearles al quitársela de la cara de forma incorrecta y que sí podían utilizarlas enfermeros/as, médicos y profesionales de la salud, así como los pacientes contagiados. Este contrasentido e incongruencia de unos sí y otros no, parece que todavía permanece en el seno de la OMS. Parece ser, tratando de reservar en aquel momento, las existencias de mascarillas y respiradores, no excesivas, para uso de los profesionales que estaban más expuestos al contagio. Cosa muy loable, pero que merece cuando menos una clara explicación al contribuyente, que ahora ve como obligatorio lo que hace unas semanas no era recomendado. Lo mismo que toser o estornudar sobre la manga de la camisa o la chompa como lo más natural y pasearse con ellas puestas por todas partes. Cierto es que a la hora de quitarse el tapabocas debe hacerse con la debida precaución, evitando tocar su superficie y sacándolo cogiendo las gomas laterales, pero de eso a decir que no eran recomendables por el peligro que entrañaban, hay un abismo. Y después de dos meses seguimos sin tapabocas mínimamente apropiados y adecuados para prevenir a las personas sanas. Digo esto ya que casi todas las máscaras comercializadas no reúnen los mínimos requisitos de prevención ante el posible contagio, pues además de no estar certificadas con la N 95, están confeccionadas sin cumplimentar las mínimas condiciones de filtración, y por lo tanto de prevención. En el caso de tener que protegerse y no disponer de respirador adecuado, en el próximo capítulo les explicaré con qué tejido a su alcance pueden confeccionarse uno que reunirá condiciones mínimas de filtración.
N95 es la certificación oficial que debe exhibir todo respirador comercializado como Equipo de Protección Personal (EPP), de utilización individual y descartable, también conocidos como de usar y tirar después de una jornada de utilización. N95 traducido a un lenguaje coloquial quiere decir que ese Respirador protege teóricamente hasta un 95% de las partículas que pudiera haber a su alrededor. La certificación se obtiene cuando ese respirador sometido a un aerosol de cloruro de sodio con partículas superiores a un diámetro de 0,3 micras deja pasar a su interior un máximo del 5%, o sea que tiene una protección teórica del 95%, que será efectiva si el ajuste facial es correcto, sin fugas al exterior o interior.
Llegados a este punto conviene recordar que la partícula más pequeña visible por el ojo humano es de unas 50 micras (1 micra equivale a la milésima parte de un milímetro) que es el diámetro aproximado de un cabello o pelo. Pues bien el tamaño de un coronavirus oscila entre 80 y 120 nanómetros ( 1 nanómetro equivale a la milésima parte de una micra), lo que lo hace incluso invisible en un microscopio normal y para localizarlo hay que utilizar el microscopio electrónico. Digo todo esto por razón de que estamos hablando de una partícula de entreÂÂÂÂÂÂÂÂ 0’08 y 0’12 micras, tamaño sensiblemente inferior a las 0’3 micras de la filtración de un N95. Lo cual no quiere decir que ese tamaño de partícula no sea retenido por el respirador, que sí podrá ser captado y retenido por el fenómeno de adsorción (con d), pero no con la eficiencia del 95% anunciado en la certificación.
Hay que recordar que en el caso de virus y bacterias no deben utilizarse respiradores con válvula de exhalación por la incerteza de su hermeticidad y posible contagio, tanto para el que la utiliza como para los que le rodean, pues se suele desconocer el estado correcto o no de dicha válvula, muy propensa a alabearse, cuartearse, cortarse o desgastarse. En síntesis, lo correcto y recomendable ante virus y bacterias es la utilización de respiradores N95 sin válvula y sin mantenimiento. Por eso los agentes de la PNP que usan aparatosas máscaras con válvula de exhalación frontal y filtros laterales no deberían utilizarlas ante agentes patógenos, pues esos EPP requieren un meticuloso mantenimiento y recambio de sus válvulas que se desgastan con el tiempo y al utilizarlas se desconoce su real hermeticidad. En cambio, sí les pueden servir ante partículas no biológicas, humos, gases y vapores, detectando rápidamente su posible mal funcionamiento, o agotamiento de los filtros, al oler o saborear el contaminante.
En lo referente al material de fabricación se requiere que el tejido sea hidrófobo, o lo que es lo mismo, rechace el agua para evitar el caldo de cultivo de bacterias y virus; que tenga capacidad de filtración no sólo de impacto sino también en profundidad, filtrando por adsorción (con d) para tener una mayor detección y capacidad de carga. Ese tejido se conoce con el nombre de “tejido sin tejer” es de polipropileno y sus características son las más apropiadas para la confección de respiradores, pues se trata, como he dicho, de un material hidrófobo, además de oleofílico (captador de aceite) para contrarrestar las numerosas neblinas de aceite en el ámbito industial y finalmente ignífugo pues se quema sin llama. Esas tres características hacen a ese tejido el más ideal para la fabricación de respiradores. No olvidemos que esos respiradores sin mantenimiento, mal llamados de usar y tirar, se utilizan en el ámbito industrial como equipos de protección personal, aquí conocidos como EPP y en Europa como EPI, Equipos de Protección Individual. Y ya que les nombro Europa, tengo que decirles que allí las certificaciones son diferentes a la de aquí, pues los respiradores de los que estamos hablando (sin mantenimiento) se dividen en FFP1, FFP2 y FFP3. Las del tipo P1 protegen hasta un 78% de partículas, P2 protege hasta un 92% y P3 hasta un 98% de partículas siempre de hasta 0’3 micras. Así pues nuestra N95 está situada entre una P2 y P3 de la Unión Europea. Allí, la recomendación para el personal sanitario es de un P2 y su utilización está muy generalizada. Decimos que una P3, filtra un 98% por la posible pérdida al realizar el ajuste facial, al tratarse de un respirador de media máscara, si bien, el filtro es prácticamente equivalente a un P100 (Filtración del 100% hasta 0´3 micras ) que se utiliza en un respirador motorizado de máscara completa.
Moraleja: De ahora en adelante utilice siempre el respirador adecuado.
Así sea. EL VIGÍA