Las redes sociales inundaron varias páginas anteanoche con el anuncio de la renuncia del ministro de salud Víctor Zamora como consecuencia de las presiones ejercidas, principalmente, por el Colegio Médico del Perú, que en los días previos hizo público su acuerdo de demandar su destitución y someterlo a un proceso ético disciplinario.
Tal como ocurrió con el caso de la ministra de economía, María Antonieta Alva, y como ocurre con muchos otros temas en el país, estas versiones resultaron ser falsas y respondían a meros rumores.
El ministro no había renunciado y solo reiteraba su disposición a las decisiones del Jefe de Estado, quien la tarde de ayer terminó con las especulaciones y lo ratificó en el cargo.
Y es que no era difícil entender que la decisión de Presidente Martin Vizcarra sería esa, el respaldo para un funcionario que tiene la enorme responsabilidad de poner el pecho ante una pandemia que no tiene precedentes en nuestra historia y que viene matando a cientos de personas por su agresividad y mortandad.
Desde nuestro punto de vista jamás existieron razones para que el gremio médico pudiera llegar al extremo de demandar la destitución o renuncia del ministro, menos aún cuando nos hallamos en una emergencia sanitaria en la cual el rol del ministro de salud es fundamental y no puede distraerse en exquisiteces.
Los médicos de Perú, agremiados en el Colegio Médico, consideraron ofensivas las palabras del ministro Zamora en el marco de una entrevista que dio a una emisora nacional en la cual, ante la pregunta de los periodistas sobre la situación de los médicos de Iquitos y la demanda del gremio médico para que se otorgue prioridad a su atención, dijo que los médicos como todos los profesionales del país son ciudadanos que tenemos iguales derechos.
El decano del Colegio Médico explicó que con esa afirmación se sintieron “ninguneados” y demandaron una rectificación que no recibieron el su momento. El ministró se había disculpado si sus colegas se sentían ofendidos por palabras que fueron malinterpretadas, pero consideraba que el tema no iba para tanto.
Y es que en realidad un exabrupto, si es que así quieren considerar al término utilizado por el ministro en la medida que no es ofensivo ni agraviante, lo puede tener cualquiera y su dimensión debe analizarse dentro de un contexto real, no sólo a partir de los resquemores del gremio de profesionales cuyo accionar se reconoce, se saluda y se felicita por la difícil misión que les toca en este momento al tener que exponerse ante un virus que es mortal y que ya ha acabado con la vida de muchos de sus agremiados.
Sin embargo, venir a ponerse en plan de ofendidos a estas alturas de la batalla contra el virus, no ayuda en nada, menos aún cuando muchos de sus destacados profesionales procedieron a renunciar a los cargos de asesoría que venían ostentando en estas semanas que fueron tan difíciles y penosas para el país.
Por ello es que ha hecho bien el Presídete Vizcarra al descartar de plano cualquier insinuación de renuncia o destitución, por el contrario, ayer ratificó su confianza en el ministro Víctor Zamora e hizo un llamado al país para trabajar unidos en este momento de la crisis sanitaria, entender que no hay enemigos entre los profesionales y gobernantes del país, que el único enemigo es ese miserable virus que viene mellando la salud y matando a muchos de nuestros compatriotas.
Se entiende y comprende el estado de ánimo de los médicos de país, muchos de ellos desalentados por tener que hacer frente al virus sin las más elementales armas para prevenir el contagio, sin embargo, tienen que ser conscientes que esto no es de hoy o de ayer, esta es una situación de carencias que se arrastra desde hace muchos años, una crisis que no se enfrentó en su momento y que hoy nos sorprender virtualmente desguarnecidos.
Es necesario dar vuelta a la página, los gremios médicos deben volver a la lucha, tiene que entender que el ministro es tan médico como ellos y que la mayoría del país no advierte un ánimo de agresión verbal o descalificación hacia ellos. No lo haría porque es también médico. El inaceptable recelo que se puso de manifiesto no debe distraer las pocas fuerzas que nos quedan para seguir enfrentando a la pandemia.