POR: Wilfredo Peláez Olórtegui
“Un día como hoy nació un varón en un puerto pescador de Perú, aunque estudio la ingeniería su profesión es inmigrante, vive en Barcelona –y la ama-, pero también existe adorando sus raíces; un doce de diciembre de hace tres años su vida cambió, desde entonces cada madrugada llora, llora por el recuerdo de quien se fue, han pasado más de mil madrugadas y aún posee lágrimas, cuando despierta, cuenta historias en su bitácora que llama El Secuestro de la Inspiración, dice que lee a un tal Galeano, que los textos de este y el amor de sus amigos, siempre le invitan a vivir”.
Con ese texto donde se describe, así quiero recordar a Rolando Melecio Lucio Roque, exactamente hace un mes partió a la eternidad. Fueron 17 meses los que estuvo en nuestra ciudad trabajando y haciendo lo que más le gustaba, promover la cultura a su estilo y para aportar al Chimbote que tanto quería.
Ese trabajo ha sido inmenso y no lo exagero, porque tengo 33 años aquí de manera continua y no he visto un caso similar. Es una valla tan alta que será difícil de superar. Lo tengo bien claro, pues hizo todo bajo esa perspectiva tan usual de reconocer a quienes debía hacerlo, a quienes estaban en el olvido. Pero le agregó esas acciones que lo caracterizaron sobre todo y le era posible hacerlo, como hacer el bien por el prójimo, a cambio de la nada. El altruismo en su mejor expresión.
Esa es la diferencia pues hay de los otros que promovieron y que seguro promoverán la cultura, pero a costa de intereses ideológicos, políticos y hasta personales.
Y ese apego al trabajo y la forma como lo encaraba, me quedó en la memoria cuando en plena pandemia, en plena cuarentena a fines de abril o comienzos de mayo vi las imágenes que colgó en su red social vestido completamente como un robot, en el penal de Cambio Puente. Personalmente, tenía algunas licencias y confianza para decirle cosas y le pegunté, porque lo hacía, si era tan peligroso, ir a ese lugar.
Su respuesta fue realmente reveladora, “ALGUIEN TIENE QUE HACERLO”. Llevaba alimentos, a granel o enlatados y también elementos de limpieza, que usualmente llegan al municipio para repartir a quienes más lo necesitan, en éste caso fue para los presos del penal.
Ese alguien tiene que hacerlo, aun retumban en mis oídos y grafican de manera meridiana su personalidad llena de altruismo y servicio que ponía en práctica porque su objetivo siempre fue hacer bien a los semejantes.
Dejó Barcelona y retornó a su lugar de origen, pero nunca supo que se quedaría aquí para siempre. Allá se convirtió en un erudito de las palabras y sobre todo un hombre de servicio en bien de los demás. Hoy se ha ido, pero solo se adelantó. Mota, en 17 meses hiciste demasiado.