Por: Mg. William Torres Carrasco
No cabe duda que la Fusión por Absorción entre la Universidad Católica de Trujillo (UCT) y la Universidad Católica Los Ángeles de Chimbote (ULADECH), refleja un escenario de conflictividad religiosa y económica. Menos educativo.
Al menos, tenemos la percepción que el sacerdote rector de la UTC y su asesor legal, no están interesados por la calidad educativa de la UDALECH. O pretendan asumir como gestores redentores, la causa prioritaria de subsanar esa realidad. Es evidente, por ahí no va la cosa. Hay intereses superiores, donde el aspecto normativo cae por su propio estigma de quienes están al frente del pleito legal.
Una lucha desigual. Por un lado, la poderosa Sunedu, al emitir la Resolución Directoral 004 -2020, que extingue al Centro de Estudios Superiores local y lo convierte en una filial, entregando a la UCT, en una bandeja de plata sus áreas administrativas, académicas y económicas.
Y por otro lado el poder jerárquico religioso, que es acatado disciplinalmente, lo que exhibe el Arzobispo Metropolitano de Trujillo Miguel Cabrejos Vidarte, fundador de la UCT y Vice Gran Canciller de la Pontificia Universidad Católica del Perú, presidente de la Conferencia Episcopal Peruana y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano.
Lo que podría constituir un factor influyente, en los criterios y decisiones no solo en los religiosos que están al frente de la UDALECH, sino también en otros fueros requeridos para resolver el conflicto y en la toma de desafíos en beneficio de los intereses académicos y económicos de la comunidad universitaria.
No obstante, las dos conferencias de prensa y los contenidos de los comunicados de la Universidad de Trujillo a la comunidad universitaria de la “ex Udalech” expresan una clara y sólida posición de la legalidad a los procedimientos, con respecto a la muerte institucional de la casa de estudios local y la férrea decisión jurídica de hacer respetar la referida fusión. Incluso, van más allá.
Han lanzado un ultimátum, solicitan la administración de la Universidad chimbotana lo antes posible, precisando, de no hacerlo, por ser una actitud perjudicial a los alumnos, podrían clausurar la “Filial de Chimbote”. Muy por lo contrario, los comunicados de la Udalech son endebles, nada claro sobre las importantes divergencias con la UCT, quienes muestran ningún deseo de arribar a consensos sobre la materia en disputa.
Ante esta crítica situación, sería elemental, de manera directa escuchar al Gran Canciller Simón Piorno, acerca de la tanta demora de dar a conocer a la ciudadanía y alumnos del proceso de la Fusión y de las medidas legales que van optar en la posibilidad de resarcir la absorción, con un desigual cuadro comparativo en patrimonio y población estudiantil. Pese que el Obispo conocía de este sombrío contexto.
En ese sentido, se espera dejar de lado las coartadas y las caretas y asumir responsabilidades que podrían determinar el triste final de la Universidad Católica Los Ángeles de Chimbote.